Hablar y decirte mucho de lo que no sabes fue extraño y al final me tranquilizó… ya no tengo nada que perder y esa sensación de que no
hay nada que pueda evitar el inicio o fin me hizo ser más sincera de lo que
hubiera imaginado.
He hecho tantas cosas en mi vida de las que ni me
arrepiento, que no me molesta enumerarlas, pero sé que debo haber olvidado mucho
y que tal vez es lo mejor, porque como lo he dicho mil veces mi historia es eso sólo historia. Así que te hable de lo que desconoces, te conté de lo que no
sospechas siquiera y te dije la verdad de lo que no quería admitir, porque
significaba explicarte uno de mis defectos más grandes soy egoísta para amar y aun así no te diste
cuenta que te lo estaba diciendo…
Así que mientras dejaba salir las cosas que estaban
enterradas en mi memoria y te contaba incluso la verdad del padre de mi hijo,
me miraste a los ojos, me acercaste a ti y me dejaste cerca tuyo como diciendo
que no te importaba nada de lo que había dicho…. Pero sin decir nada en lo
absolutos, porque estás acostumbrado a no decir lo que quieres, ni decir nada que te comprometa y de algún modo ya me he acostumbrado.
Me sostuviste entre tus brazos, me sentí tranquila y te eche
bromas absurdas, para solo reírme un rato y te fuiste dejándome la sensación de
que querías quedarte a mi lado, aunque no dijiste nada más que “cuídate”, y en resumen emocional, la única
diferencia con todas las veces que te he visto partir de casa, es que esta vez no tuve la sensación de que te estabas despidiendo,
no tuve la sensación de que te irías lejos, sólo tuve la sensación de que me
necesitabas para compensar tu día y que me necesitabas para hablar de lo que no
te agrada, para sentirte acogido y parte de algo, que ni idea porque todo eso que necesitas lo tienes con migo.
Me quedé dormida, entre las almohadas, sintiendo tu aroma rodearme.