martes, 10 de diciembre de 2013

Hablar y decirte mucho de lo que no sabes fue extraño y al final me tranquilizó… ya no tengo nada que perder y esa sensación de que no hay nada que pueda evitar el inicio o fin me hizo ser más sincera de lo que hubiera imaginado.
He hecho tantas cosas en mi vida de las que ni me arrepiento, que no me molesta enumerarlas, pero sé que debo haber olvidado mucho y que tal vez es lo mejor, porque como lo he dicho mil veces mi historia es eso sólo historia. Así que te hable de lo que desconoces, te conté de lo que no sospechas siquiera y te dije la verdad de lo que no quería admitir, porque significaba explicarte uno de mis defectos más grandes soy egoísta para amar y aun así no te diste cuenta que te lo estaba diciendo…
Así que mientras dejaba salir las cosas que estaban enterradas en mi memoria y te contaba incluso la verdad del padre de mi hijo, me miraste a los ojos, me acercaste a ti y me dejaste cerca tuyo como diciendo que no te importaba nada de lo que había dicho…. Pero sin decir nada en lo absolutos, porque estás acostumbrado a no decir lo que quieres, ni decir nada que te comprometa y de algún modo ya me he acostumbrado.

Me sostuviste entre tus brazos, me sentí tranquila y te eche bromas absurdas, para solo reírme un rato y te fuiste dejándome la sensación de que querías quedarte a mi lado, aunque no dijiste nada más que “cuídate”, y en resumen emocional, la única diferencia con todas las veces que te he visto partir de casa, es que esta vez no tuve la sensación de que te estabas despidiendo, no tuve la sensación de que te irías lejos, sólo tuve la sensación de que me necesitabas para compensar tu día y que me necesitabas para hablar de lo que no te agrada, para sentirte acogido y parte de algo, que ni idea porque todo eso que necesitas lo tienes con migo. 
Me quedé dormida, entre las almohadas, sintiendo tu aroma rodearme.