viernes, 7 de julio de 2017

Enfermar, lo detesto.

Enfermar es algo que detesto, así de simple.

Me molesta no ser auto suficiente, me molesta estar agotada todo el tiempo, me molesta el dolor de cabeza y lo que más me molesta es saber que soy vulnerable… porque al final el tema de estar enferma, descontando que tengo una patología de base que ya hace ruido, es eso saber que soy vulnerable, que no puedo con todo o que requiero ayuda, que convengamos no tengo.

Hace unos días, mientras daba jugo a Tú, me di cuenta de que me molesta incluso saber que no puedo evitar hablar de esto, porque si bien es cuestión de tiempo y volveré a hablar o a dejar de toces y a finalmente sentirme relativamente bien, es vivir este proceso que no me agrada, lo que hace que sea más difícil. Esto me acuerda de que la gran mayoría de los niños de hoy se les dice que deben aprender a lidiar con el tiempo, y me siento extraña recordando mis propias palabras “Esto no es la tele, las cosas no suceden en un minuto a otro, hay que esperar”.

Mientras que trabajo a media máquina, con dolor de cabeza, con tos que apenas me permite hablar y con ganas de honestamente regresar a la cama, me pregunto cómo lo hacía antes a los 20, cuando después de estar en cama 2 días me levantaba y salía a bailar toda la noche… honestamente no sé dónde quedo esa energía inagotable, o esa necesidad de mover el cuerpo y descargar lo que no se había agotado físicamente por estar en cama. Hoy me siento tan inútil enferma, que hasta levantarme me toma más tiempo, salir de la cama, ducharme y ¡Ups! Son las 8:50 debo correr a mi trabajo…


A veces creo que es el mal de la sociedad moderna, que en vez de vivir en función de su felicidad, vive en función del dinero, del deber estar sentados frente a un computador y producir en las 45 horas laborales semanales, para a final de mes recibir el sueldo que se supone compensa estar frente a la pantalla en una oficina y dejar que los días se traduzcan a laborales y de descanso, que convengamos no son de descanso realmente solo nos vamos a casa a hacer lo que no hicimos durante la semana… o por lo menos eso me toca a mí… Y lo más complejo es que a la vuelta de un mes en vez de sentir que conseguí algo, siento que perdí un mes de mi vida y que además de ganar años, no gano absolutamente nada bueno.

Pero no debo ser tan pesimista, después de todo, algo de inteligencia me regalo la vida, debo admitir que mis tardes junto a pequeño son entretenidas, que mis fines de semana en casa son acogedores, que habitamos un bello departamento en donde cabemos los dos con holgura y por lo mismo tenemos nuestros espacios propios, debo admitir que si miro al pasado este era un sueño y que concretarlo ha sido un viaje interesante, que tal vez lo que me falta ahora es concretar mi propio sueño nuevo.

MGD

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