domingo, 17 de junio de 2007

Su mano

Extendió la mano, desplegando sus brazos a cada lado, sus hombros se relajaron y volvió a serenarse, tenía que caminar para pensar en algo diferente, quería estar lejos de sus malos augurios que rondaban sus neuronas. Hacia días que no podía mirar el sol, sin recordar ese minuto en que todo se desvanecía, le extrañaba desde sus entrañas como si le faltara un órgano vital. Los ojos cubiertos por las gafas y sus pasos largos con firmeza, sentía que a sus manos la falta de la suya, y la inevítale sensación de tenerlas cubiertas, el agua que los había rodeado, el agua que le había llevado lejos, el agua y abrió los ojos...estaba en la mitad del camino a casa y volvía su memoria a esos minitos, tan intensos... sentía el corazón latir a mil...

Hola!... saludo alguien desde el otro al lado de la calle, quien sería, quiso saber, solo unos segundos después la tuvo al frente, hablando de mil cosas, parecía ser amiga de un amigo, conocida de alguien, el caso es que hablo de todo incluso de ella misma. La bilis se le subía por el estomago y sentía como el primer impulso era correr, pero sostuvo la mirada, continuo la conversación y se retiro después de que la mujer le dijo adiós, no antes.
Corrió por el parque, camino en el centro, volvió a mirar el agua del río y de pronto escucho las bocinas de los bomberos, pasar muy cerca. La brisa marcaba el rumbo de los carros y el grito de una mujer, revelaba que ahora el reloj marcaría el tiempo al revés, todos tratarían de enterarse cuando ocurrió todo, como ocurrió todo, y quien provoco todo, en ese instante presiso... el reloj volvería a detenerse en ese minuto mil veces, para quienes intentaran descubrir la realidad de los hechos.
La maleta en la puerta, el dinero ya estaba arreglado con la casera quien revisaba las cañerías, el baño, la puerta y recibía las copias de las llaves del departamento. El taxi, el aeropuerto... el tiquete y la azafata que recibía los boletos para España, volvería a casa, un poco más cansada, un poco más vieja y segura de que no había dejado nada pendiente en Chile, ni siquiera un hombre a quien recrimiar. Mientras el avión despegaba, sus ojos se cerraron y lo vio por otro largo instante, sus rizos negros, su mirada de pánico su mano mojada... el agua fría.
Necesita algo señar?, pregunto una mujer de cabellos caoba y sonrisa afable, negó con la cabeza y volvió a mirar por la ventana mientras, por el alto parlante se escuchaba la voz del capitán “Próximo destino...”.

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