miércoles, 11 de julio de 2007

Tres

Se irguió contemplando la escena, que parecía sacada de alguna novela de ficción del tipo “sostente que ahora se volverá todo al retroceder”. Solo que no ocurrió nada, sus manos se extendieron a la ventana sin que ella notara que comenzaba a acercarse a ella, y golpeo el vidrio con fuerza gritando su propio nombre. Sintió las manos fuertes de alguien sostenerla, no vio su rostro ni supo cual era el aroma que la envolvía, solo escuchaba las frase “¿Qué pasa… amor dime qué pasa?”, y despertó en sus brazos, desnuda mirando por la ventana, no supo que decirle exactamente, miro la verdad del frente para cerciorarse que no fuera real que no hubiera estado allí besando a nadie.

Al amanecer ya no tenía sueño, sus manos estaban enlazadas a los brazos que la rodeaban, más para evitar que se volviera a levantar sonámbula, que para demostrarle amor. Cuándo a el lo venció el sueño, ella se libero de los brazos y se vistió, comenzó a caminar por la casa, estaba desconcertada, algo de lo que había soñado repetía de lo que ya había vivido antes, y no le gustaba esa sensación de que el destino tomaba posesión del presente, para ella su destino tenía que ser armado por ella misma, por sus decisiones, pero si se apoderaba de todo trataría a toda costa de revertir la situación… sentada en la sala trataba de meditar, cuando dio con la clave.

Él se levando soñoliento, no tenía claro en que minuto se había levantado ella, pero sabía que lo estaría esperando con el desayuno listo, era su acostumbre preparar el desayuno con café recién colado y pan hecho por ella, que sinceramente era mil veces mejor que el de la panadería de la equina, y así llego al living donde ella tenía armado su desayuno. La miraba como simples, con cariño y sueño, mezclada con la duda como hace para tener todo, cuando noto algo extraño en sus movimientos, no supo si preguntar o esperar a que ella le contara que ocurría.

Pasaba el desayuno en ese silencio ansioso de hablar, pero no se decían nada, el pan estaba especialmente rico esa mañana, y los ojos de ella estaban más cansados que de costumbre. La mañana comenzó a aclarar cuando ellos aun sentados en su mesa de día sábado comían su desayuno. Lo miro a los ojos y sonrió por primera vez en un largo tiempo. “Tenemos que hablar” dijo ella mientras bebía a sorbos cortitos el café recién colado, que hervía. “Tengo que contarte algo importante, y solo te pido que me dejes hablar hasta el final antes de hacer algún comentario.”

El asintió con la cabeza, le costaba entender las frases que comenzaban con: “Tenemos que…”, en su fuero interno siempre cría que serían el comienzo de la ruptura, pero ella salía de la estadística, era tan diferente, así que trato de calmar al el gusano de la tripa que salto en ese minuto y la mirada de ansia comenzó a ser de miedo. “Tengo que confesarte algo’ comenzó lentamente-… soy bruja…- se apresuro a terminar la frase.” Así sentados frente a frente, ella comenzó a explicar toda una verdad que el desconocía, mientras las palabras formaban frases aisladas que explicaban cosas que el se había venido preguntad desde hacía mucho tiempo y adquirían esa especia de certeza justificada de cómo no lo vi antes, o lo sabía, llego a cree incluso que todo era demasiado claro para que no lo viera.

“Cuando nos conocimos venia de la casa de una clienta, que esperaba que le dijera si pareja le era infiel, la pareja en cuestión no le era infiel, pero ella si lo era. Y para variar me toco convencerla de que tomara una decisión sobre su presente, porque su pasado estaba lleno de contradicciones que probablemente la harían sufrir mucho en el futuro… a eso me dedico en mis tiempos libres, y por eso cuando llego tarde no tengo ganas de hablar, me da miedo que algo de lo que a otros le ocurra provoque esa irremediable ruptura entre nosotros, aunque debo confesar que eres el único que ha pasado todas las adversidades y me hace feliz… en fin, no sabe mucha gente este secreto… casi siempre me conocen bajo el seudónimo de la bruja y ya, no saben mi nombre, ni donde vivo, lo que hago para ganarme la vida, y jamás me saludarían en la calle si me en contratar, el pacto es de guardar el secreto, que obviamente cuentan a solo un par de amigas que terminan llamándome y en fin sigue el siclo… creo que ya lo dije todo…”

Tenía la mitad de pan en las manos, con tres mascadas y la expresión de incredulidad que le hacían decirse a si mismo “Ahora si que la supiste hacer una bruja, que sabe de brujería?... tanto como de magia, tanto como de sueños, como de mentes, como de mil cosas que no se si quiero saber…”
Te entiendo, le respondió ella al silencio que había entre ambos, aunque algo alcanzaba a entender de sus pensamientos, no solía ver su mente, le gustaba respetar su espacio, así sorprenderse con sus cosas y no sentir que era algo obvio…

El la miro serio, dejo el pan en el plato y se levanto, aunque el miedo lo invadía acercándose a ella, la abrazo con una fuerza extraña que luchaba internamente por no dejarse asustar por el miedo a la palabra bruja y la convicción de que esta era su mujer, la que amaba, la única que quería amar en el mundo. “Te quiero” le dijo en su oído…

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