martes, 16 de enero de 2007

Tiritaba

Tiritaba de miedo, lo se soy así, cuando mis terminales nerviosos se cargan de alguna emoción inexplicable tirito de miedo, es un reflejo condicionado, no es por el frió ni es por el calor, ni porque me parezca que así llamo la atención mejor, de echo aprendí que detesto llamar la atención la parte compleja es parar de tiritar los dientes que me empiezan a castañetear como si se tratara una nueva danza española, al compás de mi corazón y tiritan mas fuerte con los latidos ascendentes y mas tranquilamente con los latidos descendentes.
Tenía hambre, con las galletas y la bebida creí que se me pasaría, pero en el fondo era la nueva manera de mi organismo de decirme quiero estar en otro lugar donde me sienta segura, y entre el sonido casi insistente de mis dientes castañeteando por el pinchazo de hacía unos minutos y la sensación de que donde estaba no era seguro, se empezaba a hacer un hoyo en mi estomago, que dolía.
Todo lo que la psique hace a una persona me decía insistentemente para intentar armar en mi cabeza una idea lógica y dejar de castañetear los dientes. No te conté que paso?, bueno parto por el comienzo, estaba caminando por la tienda, para variar buscando un código de un producto, nunca sabes porque, pero no le sacaron el código, se callo, se perdió, se lo cambiaron, etc, este no tenia y buscaba al jefe para que buscara en el computador y me diera un numero que ingresaría para poder hacer la venta. En eso pise un chinche, si de esto que tienen los censores magnéticos de alarma, de cómo dos centímetros de largo, se enterró en mi pie, y yo reaccione como lo haría siempre tratando de no llamar la atención, tome el chinche lo saque de mi pie, y luego de caminar con el dolor insipiente de mi pie, revise que tenia, y sangraba, no así a mares, pero sangraba en eso.
El jefe apareció, me dio el código, yo fui termine la venta, con las lagrimas que me rodaban por las mejillas, la clienta un resto extrañada, el dolor increíblemente grande de mi pie y el guardia de seguridad haciendo examen de mi pie, se le ocurrió al hombre en medio de mi venta decirme, “Señorita esta sangrando”, a lo que respondí, “Si lo se”.

Entonces cuando pensé que me dejarían entada un rato hasta que me dejaran irme a casa, se les ocurrió que tenia que venir la ambulancia a buscarme y que tendrían que llevarme al hospital, donde la doctora que me atendió me dijo, “Bueno nos toca ponerte la el suero antitetánico”, y en eso yo no saque ni mi mochila ni nada así que uno de los enfermeros me presto quinientos pesos, mientras que esperaba que me atendieran y al final pase cuatro horas en el hospital, de las cuales una y media fue esperando, quince minutos en que me dijeran lo que harían, no pude negarme a la inyección, y cinco en que me sacaran una radiografía a mi pie y dos segundos en que inyectaran la vacuna con el suero antitetánico y el relajante muscular quemas que relajarme me tenso la pierna entera y me dejo cojeando con dolor en el glúteo, yo creí que la doctora en realidad quería que me doliera el glúteo para olvidarme del posible dolor pórqueme enterré un chinche…
En fin ya eran las diez de la noche, y no me entregaban los papeles para que yo me fuera a la casa, y de verdad quería irme, así que entre que cojeaba con un pie y me movía por toda la sala de espera, tiritaba de miedo porque ya veía que el dolor en si no se pasaría jamás, trataba de calmar el hoyo en mi estomago y dejaba libre los escalofríos que me daba el sentir mi brazo adolorido por la vacuna, tuve que aceptar que no pararía de tiritar hasta que tal vez, mi cociente y subconsciente se pusieran de acuerdo en como, por culpa de un descuido ajeno, en tres segundos mi día había terminado siendo un simple desastre.
Los papeles me los pasaron cuando la secretaria decidió que cuatro horas en un hospital por un chinche solamente era una exageración y el enfermero que estaba un resto molesto por el servicio, con los papeles en la mano, corrió a la ambulancia, y en vista de que eran las once de la noche y no podían ir a dejarme a la tienda de vuelta porque estaba cerrada, me dejaron en la puerta de mi casa.
Que paso con los quinientos pesos, cuando estaba bajándome de la ambulancia, le pedí al portero que me prestara la plata para luego pedirle a mi abuelo que le pagara al portero yo le pagaría al día siguiente, cuando fuera a buscar mis cosas a la tienda. Pare de tiritar cuándo al fin estuve acostada en mi cama, tapada hasta arribaron la frazada y el cobertor, viendo la tele y por mi subconsciente atino a pensar, estas un lugar seguro.

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