miércoles, 18 de enero de 2017

Caer y levantarse.

Ha pasado un año, creo que un poco menos, desde la última vez que me sentí así, ansiosa, expectante, esperando algo que no tenía idea que era. Porque la vida es cíclica y uno no siempre puede evitar que algunos siclos vuelvan a pasar, después de la caída en la oficina, empecé a revivir el principio del año pasado, cuando una fuerza mal hecha me terminó dejando con dos fisuras en la espalda y un mes y algo de licencia médica.

Reconozco que el dolor no ha sido igual de intenso, o que los medicamentos tampoco y o mi capacidad de moverme, en serio no son similares, por eso esta vez me lleva a estar trabajando y no en cama esta caída. Aún así, esto me resto me trae recuerdos y remueve el pasado, hace un año atrás yo aún amaba a un hombre, hace un año a tras no me habría imaginado conocer a personaje, hace un año, intentaba lidiar con la sensación de estar sola contra el universo, hace un año atrás no era capaz imaginar lo que el año traería.

A modo simple, no era completamente feliz y no quiero culpar a nadie por esto, la felicidad la construye uno y digamos que ni siquiera la procuraba. Pero hace un año, no era feliz, me sentía en proceso de… de salir adelante… de construir mi vida… de tomar decisiones… de salir de mi estado “Sola contra el mundo”… y no era para nada fácil, la suma de trabajo y la falta de tiempo personal me pasaran la cuenta al punto de que rara vez me miraba al espejo, rara vez me sentía atractiva, o querida, o deseada y la presencia o ausencia de ese hombre al que amaba, poco o nada ayudaba a salir del estrago y las preguntas de ¿y ahora que rayos hacer con mis sentimientos?

Recuerdo que febrero del año pasado, fue tan amargo que cuando reaccioné y decidí tomar acciones para no volver a vivir nada igual, corte de una con una serie de asuntos que me perpetuaban la ambigüedad, entre ellas, sacar al hombre, sacar de mi vida las quejas sobre el mundo, aceptar mi derecho a no estar conforme y dejar de reclamar por lo que no se hace o no se puede hacer, para hacer las cosas, del modo que se pudieran, estas fueron las únicas armas con que contaba, porque en algún otro minuto de mi vida tuve que sacar a malos amigos, o malos amores, o malas relaciones para seguir a delante, pero nunca lo había hecho sola, siempre tenia a mis padres o me podía sentir hija y por lo tanto cuidada, esta vez era yo sola contra el mundo.

Y de pronto, ya no me sentía que estuviera sola contra el mundo, para nada ahora sólo estaba sola, y el mundo seguía siendo el mundo, ya no me rodeaba una sensación de que me van a ahogar en la masa de gente que había en esta capital y dejaré se ser única, no ahora sentía que seguía siendo una persona particular, de pronto me gusto mi propio cuerpo otra vez, está bien tengo unos quilos más que hace 10 años, pero no soy esa persona de hace 10 años. El revés de la vida más duro fue mi enfermedad, la que por un lado entiendo y por otro detesto, y honestamente aún no logro hacer las paces con mi tiroides, entre octubre y diciembre, fueron los meses de más calma y felicidad que he sentido desde que mantengo mi casa y vivió en esta ciudad por mi cuenta. Me sentí hija, nieta y hermana, volví a darme cuenta de la grandeza de mi familia extendida y traté de procurar demostrarle a mi hijo que existe esa grandeza, ese amor, que es incondicional.


Caerme y tener miedo a lo que sucediera, me recordó que he vivido un proceso, que no quiero retroceder ni un solo paso, tengo fe en mi misma, tengo fe en mi presente, tengo ilusiones y sueños por cumplir, el resto se ira acomodando solo en el camino.

MGD

No hay comentarios.:

Publicar un comentario