viernes, 2 de junio de 2017

Tratar de relajarse

Llevo días tratando de dejar a tras la tensión en mis músculos, el yoga ayuda pero no del todo, duermo con la mandíbula apretada, no sé si es por mi hijo o por el tema del trabajo, la angustia a ratos es por ambos y honestamente no había logrado ni siquiera reírme con soltura hasta que hablé con Tú.

En resumen, las últimas tres semanas he tenido que revisar de pies a cabeza a mi hijo, llega con moretones que me parecen preocupantes y sus explicaciones aún más, la sensación de que esta desprotegido es tan grande, que a ratos pienso que debería dormir conmigo para que se sienta más protegido y otras que en realidad debe confiar en sí mismo.

Me pesa que veo como falla el colegio en su vigilancia de los niños, o como mi hijo va a jugar con otros niños y hacen cosas realmente peligrosas, el último moretón fue tan grande que me estoy planteando sacarlo del colegio y llevarlo a otro lado.

Mientras eso ocurre, mi trabajo sigue siendo un lugar poco amigable y vuelvo a tener la sensación de que, si compartiera mi vida con alguien, estos problemas serían más livianos, pero he sido yo quien quiso este camino, así que debo recordarme que no puedo sentirme débil de una aventura que empecé hace nueve años.

Para variar hablar con mi madre fue demoledor, me enfrento a la realidad, no tengo otra opción hoy, sin correr un gran riesgo que perjudique a todos, después de todo bueno o malo, mi trabajo me permite mi independencia, me paga la vida y estamos cómodos, dentro de todo… una generalidad que suena tan bien, pero, no que siento en lo absoluto.

Ese mismo miércoles, Tú habló con pequeño y en esa conversación aparecieron más cosas que me preocupan del colegio, mi hijo confía en Tú como no confía en mí y le cuenta sin reparos lo que ocurre al punto que casi me largo a llorar y decidí tomar cartas en el asunto, enviado email a la profesora y otro a la inspectora del ciclo. Concluida la conversación entre ellos, hablamos nosotros y me pareció por un momento que le pedía algo que no le corresponde, que es que me ayude a hacer que mi hijo confié en mi para contarme estas cosas, pero es que no sé a quién más pedirle ayuda.


Así la conversación se extendió hasta tarde y mientras hablábamos, empecé a sentir que la tensión en mis piernas disminuía, que la sensación de fracaso camuflado que es mi vida, no es tan grave, hablamos de mil cosas desde política hasta tecnología, mientras que me hacía reír con una anécdota de un ex profesor, me di cuenta que me había sacado de encima el peso de los hombros. Para cuando me fui a dormir, me giraba la idea de que tal vez debería hacerle caso y emigrar al país del norte. 

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