lunes, 28 de julio de 2014

Animal de Capital

Pasando al plano exótico porque me quedé sin misticismo y cualquier cosa que implique un ismo en mi vida, declaro que nos estamos volviéndonos animales de la capital, digo volviéndonos, porque tanto yo como mi hijo sacamos la garra… SI señores, sacamos la garra y ni cuenta me di ayer cuando a la compleja situación de un desconocido retando a mi hijo, mis ojos se entrecerraron, mi voz se tornó grave y enfática, mi frase me salió de la guata y le digo a la desconocida que alegaba silencio: “La mamá del niño soy yo. Si quiere decirle algo, me lo dices a mí. No tienes por qué venir a hacer calla a mi hijo, para eso estoy yo aquí.”- con énfasis en yo… y después de eso, tres desconocidos se largaron a increparme… mi silencio debe haber sido tanto más molesto que mis palabras… o tal vez fuera mi única respuesta antes de que el barullo se tranquilizara. “tres personas alegan porque un niño hable? No les parece enfermo de desubicado? Como tan estúpidos.”
A lo que mi hijo salió corriendo y desapareció a dar las tres vueltas que le había pedido diera dos segundos antes de la amable intervención ciudadana… Y dónde está mi hijo?... me paro y lo veo corriendo y mientras mi amiga algo incomoda con el barullo, las increpaciones de los otros y mi postura de “no se te ocurra meterte con mi hijo”, me miraba desconcertada.
No nada de esto es propio de mí, suelo ir haciendo de mediadora, suelo reírme cruelmente de la gente cuando hace este tipo de estupideces y hablar en tono medio, o rebatir con algo más de estilo pop y no gutural poseído. Pero me harte, esta ciudad tiene cero respeto por el prójimo, tengo que hacerme respetar y no amedrentar por otros, así que allí me quedé mientras mi hijo volvía a entrar cuando llego su trozo de torta y mi amiga más tranquila al ver que los tres desconocidos no me golpeaban (si ellos fueron más amenazantes pese a mi trasformación momentánea), y que a mí me importaba un rábano lo que hicieran a continuación, conversábamos en tono moderado y entre una y otra cosa, la ponía al día de mi vida, la de mi hijo, la realidad, etc.
La tarta, las galletas y camino a la micro de regreso, nos llevó a retomar el tema, y a pedirle disculpas a mi amiga por mi reacción, para mi sorpresa ella estaba más impresionada del trio del terror que de mi celebre “La mamá soy yo”, porque encontraba increíble que nos enviaran a hablar a un centro de madres… creo que esa es la única frase reproducible por este canal… o sea la única decente, y para bien o para mal, a ella no le molestaba que yo defendiera mi territorio de madre. En casa con mi pequeño y el plato de comida, me volví sobre lo sucedido y le explique que mientras este con migo, nadie tiene derecho a retarlo para eso estaba yo, y si alguna vez creí que alguien era tan deliberadamente estúpido para decirle que hacer yo saltaría con la misma voracidad que había visto a decirle que ese no es su lugar, ni su derecho, en especial porque yo estaba consiente que mi hijo debía guardar silencio y trataba de negociar una salida dos segundos antes de la amable intervención de la desconocida.

Mi hijo me miro feliz, si alguna vez tuvo miedo ahora estaba tranquilo, si en algún minuto se preocupó, ahora sabía que no me vería enojar por el menos cuando él a sus cinco cortos años, no termina de saber lo que un adulto, y mientras sea un niño aprendiendo a comportarse en sociedad seré yo quien deba enseñarle a relacionarse con el mundo, porque para eso soy la mamá.

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