sábado, 9 de diciembre de 2006

Rutina

Había tempestad, y no era usual, las luces de la tarde parecían figuras inertes en la neblina y la verdad no era simplemente el frió lo inusual, era el calor que le llamaba profundamente la atención, contrastaba con el día o lo típico de la capital. Las miradas no se cruzaban, era una falta de respeto y cuando alguien te miraba a los ojos corrías un riesgo vital casi incalculable podía ver tus pensamientos y hacerte añicos en un segundo.

La frialdad era algo casi acostumbrado más por imposición de la sociedad que porque así le gustara vivir la vida. .. así que caminaba mirando el infinito sin percatarse mucho de el amiente que estaba mas enrarecido de lo habitual. Trato de respirar con tranquilidad y no pudo algo lo agitaba... y simplemente se fue hundiéndose en la agonía de su poco oxigeno hasta que de pronto reacciono en medio de la calle, rodeado de una multitud que le decía “Se encuentra bien seño?... Levanto la vista a y la luz del horizonte le pareció preciosa, balbuceando algo así como “Mi preciosa...mi preciosa hija...” se termino de desplomar en el silencio absoluto de la gente que no comprendía nada.

“Hace años tuve una hija, hace años tuve un amor, hace quizás mas tiempo del que quisiera supe lo que era el dolor” Fueron las palabras del obituario. La muerte es algo que nos cuesta aceptar, de algún modo nos sentimos fuera de ella a pesar de que cada paso nos lleva a estar mas cerca de ella sin embargo, sentimos que solo en los riesgos de la vida se puede estar realmente mal. Para mi no fue simple ver el rostro contraído del hombre por el dolor, su mirada vidriosa y sus palabras trazaron mi corazón casi tan rápida y eficazmente como una espada. Saciando mi curiosidad termine de quedar perpleja, porque lo mas complejo de todo, fue enterarme que el hombre sabía que moriría esa misma mañana y que prefirió hacer todo como siempre hasta que su vida se perdiera entre la rutina de sus modo de vivir.

Las palabras se atoraron en mi garganta por semanas, mis ideas se conjugaban entre preguntas simples y complejas, la mirada perdida de mi propia existencia y las preguntas que una y otra vez me hacían cuestionarme mi propio final, como si quizá el destino pretenda enterarme de algún misterio que debía saber ya. Tarde demasiado en entender que no podía hacer más... que solo podía modificar mi futuro y que eso era lo único trascendental...

Macarena

No hay comentarios.:

Publicar un comentario