La mirada en la caja esta quedó mejor, no se marcó el borde
y está bien pegada, esto de ser autocritica me hace ser perfeccionista al punto
que me exaspera un error, aunque tengo claro que no debería ser así de exagerada,
pero lo soy… Exagero todo, así como mi imaginación vuela y lo creo planeando un
viaje para venir hasta mi puerta, pero todo se desarma cuando recuerdo que él
no es como otros, como el que era capaz de pasarme la cera en las piernas para
no perder un segundo junto a mí, o el que era capaz de estar todo el día diciéndome
lo feliz que era solo por estar tomado de mi mano… “Si es cursi –me repito sola
en voz alta- que cursi te has puesto, deja a los otros en el pasado, recuerda
que por algo los dejaste, aunque ahora no te acuerdes de lo que hizo que no
funcionara“
El Che aparece entre medio de la historia después de un año
y medio sin tener idea en que parte del mundo anda, hablamos… y para mi sorpresa sigue siendo el
irreverente que me hace reír, el hombre capaz de decirme las verdades más
absolutas y sacarme una carcajada… ¿por qué terminamos hace ocho años? Ha
verdad, porque él es cinco años más chico que yo y sentía que yo era para algo
serio, eso lo incomodaba, porque se proyectaba pero no quería hacerlo porque tenía
19 años, si hace ocho años un hombre se complicó porque sentía que era para
cosas serias y hoy otro no me toma ni de apunte, que ironía.
Me pregunto qué pasaría,
si él Che supiera que el papá de mi hijo, es ocho años más menor que yo?… y de
repente me acuerdo del barco, el vaivén del suelo, el caminar con ese vaivén
constante, las veces que sentada en la cama junto al padre de mi hijo me
pregunté porque no veía un futuro para nosotros y las palabras en su voz grave
y suave sobre las cosas que extrañaba de casa, las que extrañaba de su vida en
tierra, como si todo se tratara de un pasado distante, cuando la verdad era que
solo llevaba seis meses en el barco él y yo tres, esa intensidad de la vida,
esa mezcla de reality y libertad infinitas, donde afloraba la personalidad tal
cual su naturaleza y me preguntaba porque yo parecía tan cuerda en ese mundo de
locos….
Tic tac…. Volver al presente, me quito el reloj mejor, estoy
demasiado cansada para pelear contra mi cerebro que me tiene entre el presente y
la melancolía, al final no me molesta estar triste, me molesta esta sensación
de que no puedo hacer nada más y el dolor, detesto ser vulnerable y si
enfermarme implica tomar todo mi auto control para no gritar de la rabia, este
dolor que no tiene un punto en específico, que no se subsana con analgésicos y
no que no puedo evitar sentir, es más desesperante aun…
Tic tac, el reloj está en mis manos, miro sin ver nada en
particular, pensando que el vendrá hasta mi puerta, aunque no sé qué objetivo
tendría eso ya… miro mi reloj es de colores suaves, de flores azules y rosas, ¿Cuánto
tiempo más va a tener que pasar para que se me pase esta mezcla de pena y desazón?
¿Cuándo voy a poder decir no más! Para salir adelante y sonreír sin pena… Cuánto?
Han pasado horas, las estrellas me recuerdan que debería
estar dormida, el frio entra por la ventana abierta y mis ojos están fijo en la
tele, tengo que dejar de pensar… en algún minuto tengo que dejar de pensar, no
se trata de odiarlo, sino de dejarlo ir, de dejarlo desaparecer del presente
como él quiso, después de todo fue él quien desapareció…. Tengo que dejar de
creer que va a ocurrir un imposible, que va a venir a decirme que me ama,
desesperado porque se da cuenta que me ha herido, rogando que no lo olvide… Tengo
que dejar de pensar… Tic tac… suena el reloj que olvide dejar en otro lado y me
doy cuenta que mientras más lo intento más pienso en él… Tic tac… Tic tac… Incansable
tic tac…
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