Hace unos días, una amiga a la que he aprendido a querer
pese a sus duras palabras me reclama que nada de lo que hago en realidad tiene
algo de sentido y que ella ve que al final voy a salir herida de lo que sucede,
en su discurso, hay palabras de una mujer que viene de vuelta, que ha visto
como cometer errores y ha aprendido de ellos.
Me quedo pensando, mi cabeza empieza esa operación
inevitable de búsqueda y comparación, en la que reviso mis emociones y mis
acciones, analizo sin emociones lo que sucede, llega a tanto este análisis que
tardo un día entero en procesar lo que me dijo, el listado de comparación era
mucho más de lo que quisiera enterar a nadie, entre ambos casos y la historia
de tras de ambos.
Todo esto ocurrió antes de decir seguir sola, así que no
había nada de donde tomarme para alegar, cuando la mañana del segundo día tenía
más conflictos que resoluciones, me senté otra vez con ella y le dije por las
buenas, que la estaba odiando, porque no había podido evitar
pensar y analizar todo lo que ella dijo.
Volviendo al presente, escuchaba “mi marciana” de Alejandro Sans, y de
repente me sentí volver cuatro años en el tiempo, cuando él me llama y me dice
que necesita verme, porque se calma al verme, llega agitado, al abrir la puerta
lo veo como un niño asustado, pese a tu tamaño, lo abrazo y lo siento calmar su respiración, hasta volver el color a su rostro. De pronto me pregunto, como es que la discografía de Sans me
representa tan bien… o es que mi creatividad realista y mágica, simplemente
amolda el recuerdo a lo que el canta… la siguiente canción es Un Zombi a la Intemperie”… reconozco que mi decisión sigue siendo la misma, aunque a veces es bueno recordar que lo amé.
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