La mirada al suelo, el frío que sentía empezaba a
desaparecer, sus piernas le dolían al punto que quería llorar, pero no se movía,
solo pensaba en ese lugar feliz del que había hablado, ese lugar en el que
perdería el frío y el miedo, donde comería la mejor comida del mundo, donde podría
disfrutar de la calma del viento en su cara. La distrajo el sonido de una
persona desmayándose a su lado, sus manos le dolían, pero no las movió.
“No lo resisto…”-escucho la voz de un hombre joven.
“Debes callarte, piensa en ese lugar feliz, en tu lugar
feliz”- alcanzo a decir con la mandíbula apretada.
¿Cuánto llevaban aquí?... no quería pensar, estaba claro que
pensar no la ayudaría, llevaban casi un día entero, podía sentirlo en sus músculos,
la puerta se abrió y tras ella aparecieron las personas de blanco.
“De un paso a delante cuando escuche su nombre.”- dijo una
de las personas, su voz no era ni femenina ni masculina.
La lista fue pronunciada lentamente, luego de llegar al último
nombre hubo un silencio extraño, la gran mayoría de ellos sentía miedo, tal vez
ese era el sentimiento, no habían dicho su nombre, ella no se movía, los que
habían dado un paso primero voltearon a verla y en sus rostros se reflejó el pánico,
un segundo después cayeron por las aberturas de sus puestos, pegando un grito
que no tuvo respuesta.
“Camina.”- dijo uno ve blanco.
El hombre camino a la puerta, en el umbral solo alcanzó a
verla de soslayo, ella estaba quieta en esa suerte de estado rígido de muerte, unos
a uno fueron avanzando ella fue la última en salir. Estaban en un baño, donde
había agua y pudieron bañarse con agua fría, ella solo se lavó las piernas,
todos la miraron extrañados, bebió solo un sorbo de agua y entonces… Un humo
blanco ingreso desde la esquina, algunos retrocedieron, otros la miraron, ella
queta como estatua espero mirando al infinito.
“Quédense en silencio.”- alcanzo a decir antes de que el
humo cubriera toda la habitación.
Todos dejaron de moverse, de hablar, el aire tenía una
sustancia que hacía casi imposible respirarlo, pero se quedaron quitos, de
pronto donde tenían agua empezaron a sentir calor, lentamente el calor comenzó a
ser abrazador, los que se habían mojado hasta el pelo, se sentían incapaces de
evitar el gritar de desesperación.
“Ah!”- dijo uno que calló desmallado en medio del grito.
Nadie más volvió a emitir sonido, la nube blanca se disipaba
con una lentitud que desesperaba, todos estaban conteniendo las lágrimas, la
urgencia de hablar, la necesidad de correr.
“No se muevan.”- dijo ella en susurro, casi sin mover sus
labios.
Todos se quedaron quietos sin siquiera pensarlo dos veces, mientras
un humo rojo invadió la habitación, la sensación de calor sobre las partes
mojadas empezó a pasar y aunque el aire era respirable, la garganta parecía comenzar
a adormecerse, ella estaba parada sobre sus dos piernas, sus ojos entrecerrados
casi sin parpadear, sus brazos abrazando su pecho, este humo rojo solo podía
significar una cosa, ella lo sabía, había mucha gente y debían descartar más
participantes, un mujer de su edad quiso solo cambiar su peso de una pierna a
otra y callo desmayada, luego desapareció en una abertura del suelo.
Ya no hacía frío, tampoco hacía calor, solo una sensación de
relajo que los rodeaba, una niña de cerca de quince años, simplemente no
soporto más y cayo, tras un grito que fue desgarrador. Todos estaban alertas,
todos trataban de cumplir con la imposible tarea de estar firmes, o quietos,
pero o tiritaban sus músculos y se desmayaban o simplemente no lo soportaban más.
Cuatro personas caídas más tarde, el humo empezó a disiparse.
“Bien -pensó ella- solo necesitaban eliminar a 4 personas,
aun no se dan cuenta que estoy interviniendo.”
La nube se disipó completamente y ella corrió al agua, tomo
jabón y se refregando con fuerza el pelo, las manos, las piernas, sin
desnudarce, sobre la ropa limpio cuanto pudo, junto a ella una mujer hacia lo
mismo que ella y acto seguido un hombre y en menos de un minuto todo el resto,
el agua caía copiosa fría, estaba casi terminando y abrieron las puertas, ella
dejo el jabón a un lado y se paró firme, en igual posición que siempre, brazos
rodeando su pecho, piernas levemente abiertas, postura completamente recta.
“Caminen hasta aquí, - ordenó una mujer de blanco, apuntando
un cuadrado- y tú, junto a ella aquí.”
Uno a uno, los fueron poniendo uno junto a la derecha del
otro. La mujer retrocedió un paso atrás y una ráfaga de aire empezó a caer salir
techo, la ráfaga fue cada vez más intensa, al punto que costaba mantenerse en
pie, en pocos minutos estaban secos, el aire era tibio y a ratos frío y a ratos
tibio y cada vez más intenso, hasta que dos cayeron al suelo y a su vez por la abertura
del suelo, dejando un grito que fue cubierto por el ruido del aire. Ella estaba igual, no se movía, sus ojos ahora
cerrados, respiraba lentamente, alguien quiso decir algo y cayo antes de
siquiera ser escuchado, tres personas más tarde, el aire se detuvo.
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