La playa, el sol sobre mi piel, las marcas del bronceado,
la paz de sentir el agua mientas floto en la piscina y la alegría de ver que mi
hijo aprende de un minuto a otro a nadar, o la tranquilidad de una mañana lejos
de capital y su fastidio por el calor, por la intolerancia de su gente y por la
falta de lo que sea que los altera, afecta y confunde.
En este paraíso mi imaginación vuela hacia paraísos terrestres
y sueños nuevos, así que escribía la saga y para variar estaba él entre mis
pensamientos, ahora no porque lo hubiera soñado, pensado o hiciera algo particular,
sino que porque mientras escribo pongo música y puse la opción de que las canciones
saltaran de un lado a otro aleatorio y su música la que había olvidado estaba
en mi pc apareció… claro no saque todo de el de mi vida, porque simplemente lo
olvidé y en eso sucede algo simplemente extraño la marcha nupcial en jazz… si
ese contrapunto algo egocéntrico que sólo a mí me sucede en la vida y que me
que me hace reír.
La vida nos juntó y nosotros nos apartamos, cosa loca
para quien cree que cuando el destino quiere, el universo entero conspira y que
en más de una ocasión ha vivido cosas increíbles siguiendo esa política de vida
y se ha salvado incluso de la paraplejia gracias a hacer caso creyendo en ese
detalle del destino y el universo… bueno será, era lo correcto aunque ya ni
recuerdo porque.
En fin, me reí tanto que me dolieron las mandíbulas y ahora
estoy más relajada terminando la quinta parte de este último texto.
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