Encuentros
Su pelo suelto al viento, sus pasos acelerados y el impulso
para saltar a unos centímetros de él, estaba feliz. Tenía las manos un poco
mojadas, la espera y los miedos habían provocado un poco de inseguridad, pero
todo se desvaneció cuando cruzaron sus miradas… estaba aquí.
Caminaron en medio de la gente, no hablaban, solo se miraban
a ratos, ellos parecían no necesitar nada, ella reía y lo miraba, el reía y
miraba el camino, ambos en absoluta alegría, como si no importara nada.
La hora, el atardecer, el frío y las pocas ganas de
separarse se mezclaban con las pocas palabras, y las risas de ambos al
atropellar sus intentos de decir algo, reían como solo lo hacen los enamorados,
porque así se sentían.
“Te estaré esperando”
“Te quiero”
“Yo también te quiero”
“Te extrañaré…”
Soltó su mano con la sensación de que desarmaba un lazo y la
sensación de que esto le dolía físicamente la entristeció, subió los escalares
del bus y no quiso voltear, le dolía el cuerpo, los brazos…
Pasaría un día, una tarde, una semana y no supo nada de él,
algo habría pasado… algo le habría pasado? Pero negaba esta posibilidad, no
quería creer que él no estuviera bien, no quería imaginar algo malo, aunque en
su cabeza los escenarios eran de película de terror.
“Donde estarás?”- se escuchó preguntar esa tarde en voz
alta.
Y la respuesta llego como mensaje a su correo electrónico,
lo vería al día siguiente. Así que después de llegar a casa, buscar que ponerse
y mirarse cien veces en el espejo convenciéndose que todo estaría bien, decidió
irse a dormir.
La mirada perdida en el infinito, la intensa angustia, la
falta de calma y las manos temblorosas, ella lo esperaba, pero no esperaba lo
que vio… Su pelo estaba corto, su ropa… él… él había cambiado.
“Hola”- le dijo sonriendo mientras que se le acercaba.
Ella lo miro para estar segura de que no se equivocaba y
cuando tomo su mano, supo que era él… la misma sensación dulce y tranquila, le
recorrió el cuerpo, sus brazos la rodearon y era su aroma, era él y se alzó
para besarlo, fundiéndose en sus labios…
“Me extrañaste?”. Dijo él cuando caminaban juntos de la
mano, pero ella no dijo nada- yo te extrañé mucho, a ratos pensaba que podría
pasarte algo y no saberlo jamás, tu silencio me inquietaba.-dijo y sus palabras
le retumbaron en la cabeza.
Lo miró extrañada, creía que era el quien no se había
querido comunicar con ella… pero no dijo nada, solo dejaba que fluyera su energía entre ellos, esa paz que parecía proyectarse a todo, luego él la besó,
recorriendo con sus manos su espalda y sintiéndola mezcla de deseo y
tranquilidad… la adoraba, la sentía tan suya.
Caminaron la tarde entera, rieron cuando no supieron que
pedir en el café y la mesera los miro con enfado, quisieron caminar por la
playa con la marea alta y se mojaron más que solo los pies mientras que jugaban
a ir a venir por la arena…
“Eres feliz con migo?”- preguntó él mientras ella corría por
la playa.
“Si, lo soy”- respondió ella echándose a correr para
distanciarse, le dolía ser así de franca, le costaba soltar sus miedos y
aceptar que esto era bueno.
Él la persiguió, cayendo ambos al suelo, enredándose en la
arena, riendo. La sensación de que todo era único, todo era para ellos, que nada
podría amargarles la vida y que esto duraría para siempre los hizo olvidar la
hora, el día y el lugar.
La noche los pillo abrazados en la cama y la mañana desnudos
en el sillón, el desayuno frente a la tele y el almuerzo en la habitación, todo
para no salir ni a dejar la basura fuera y tal vez abrir la puerta al
repartidor de pizzas, para el lunes tenían que regresar a la realidad, se
miraron y el tomo una decisión en ese instante cuando sintió que tenían que separase… Se
vendría a vivir con ella a esta ciudad, se cambiaría de trabajo, dejaría su
otra vida, porque junto a ella todo era distinto, pero no le dijo nada, aún
quedaban miles de detalles que arreglar.
La semana de versos por correo electrónico, de mensajitos
por teléfono, la dejó tan cerca de él que cuando lo vio, vestido de terno y
corbata no se extrañó como la otra vez, corrió a abrazarlo y besarlo, en sus brazos
todo era calma. Juntos por la ciudad, juntos en el café, juntos en la casa,
juntos en la cama, juntos viendo el atardecer y entonces él la mira, se pierde
en sus ojos y sueña, mientras ella descansa a su lado, él la abraza y desea que
ese instante dura una vida entera, suspira y duerme junto a ella.
La mañana las cosas y antes de despedirse, antes de dejarlo
ir, lo abraza como si quiera retenerlo, él la besa como si quisiera provocarla,
ellos se miran y a puntos de tomar el camino de regreso a su vida, él sintiendo que la única manera
de volver a sentirte pleno es con ella… pero ese sentimiento le da miedo.
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