lunes, 8 de abril de 2013

Estas en mi vida (P 09 y 10)

Salir del caos, entrar al mundo real... veamos que pasara


Su lado humano

Soy un desastre, no puedo creer lo que hice. Miraba a mí alrededor y no podía creer lo que estaba pasando, acabo de terminar con Julián… Y ni siquiera le dí explicaciones. Soy un desastre y no paro de llorar. 


Viviana ha tratado toda la mañana de consolarme, la enfermera que me controló los signos vitales también trató de motivarme y hasta Cristóbal ha intentado calmarme, pero no paró de llorar. 


¡¿Qué cresta hice?!


Mamá llego al medio día a verme, justo cuando el médico estaba viendo si me daba el alta, tenía mal aspecto lo sé, mis ojos llenos de lágrimas, me sentía todavía con el dolor en las tripas por el que me internaron y el peso de mi cuerpo me parecía demasiado así que no podía pararme sola, en resumen estaba desecha.


“Hija -la voz pausada de mi madre era de cautela- debes decirme ¿qué pasó’”


La miré y me sentí una niña de 6 años, no pude evitar decirle lo que había hecho. Mi madre, que tiene mucha paciencia con las crisis existenciales, sólo escuchaba. Cuando concluí mi relato, deje de llorar. Ella me besó la frente y me ayudó a vestir, me llevó hasta el mesón de enfermeras y pidió hablar con Cristóbal, que me dio el alta. Saliendo de la clínica, me llevaron de regreso a Valparaíso, ni siquiera nos detuvimos por los cepillos de dientes en la casa de Santiago, o la ropa sucia. La verdad tampoco pensé en esas cosas, sólo quería desaparecer, mi mente estaba mezclada la pena, angustia y miedo de que este era un tremendo error, pero algo en mí no me dejaba pensar en nada ni para relajarme.


Mamá me dejó acostada, estábamos en su casa en el que fue mi cuarto y en la que había sido mi cama, me llevo un té con azúcar a eso de las cinco y en la noche me sirvió algo de cenar. Después esperó junto a mi cama a que me durmiera. 


No recordaba que me hubiera tratado así en años, tampoco recuerdo haberme sentido así en años. El vacío que tenía en el pecho se fue haciendo más hondo y finalmente me dormí. Pasarían cinco días, antes de que me volviera a levantar de la cama para algo más que para ir al baño, cinco días en los que me sentí más muerta que viva, más sola que nunca y mi madre no me dejó sola ni un minuto. 


Cuando me levanté el sexto día, lo primero que hice fue tomar una ducha e ir a la cocina, ella estaba preparando mi bandeja, sonrió y dejó las cosas en la mesita de la cocina, se sentó junto a mí y desayunamos juntas. Entonces me habló.


“Hija, debes ser más realista, si tenías dudas con respecto a tu relación y querías un tiempo, lo mejor era haberlo pedido, pero decirle que no lo quieres ver nunca más, sólo porque tienes miedo, eso hija es algo que te hace más daño a ti que a él. Probablemente Julián está retomando su vida y viendo cómo olvidarte, pero tu recién hoy has sido capaz de afrontar lo que hiciste. Además créeme, fuiste cruel sin necesidad de serlo, fuiste dura y después fuiste tú quien se desmoronó… Si no eres capaz de vivir con lo que haces, mi amor… no debes hacerlo, es así de simple.” - las palabras de mi madre eran tranquilas sin ánimo de pelea, con cariño y las escuchaba con tranquilidad.

“Yo sólo quería que me dejara sola… no me di cuenta de lo que le dije, hasta que lo había dicho…”- dije tratando de no romper a llorar.

“Bueno cariño, pero siempre te lo he dicho, es más fácil perdonar un pensamiento, que tratar de retractarse de algo dicho, piensa dos veces las cosas antes de decirlas, por tu propio bien.”


Miré mi pan y comí en silencio, tenía que levantarme y hacer algo, quería pintar, quería moverme, quería salir de este estado, en el que me había inserto por mis propias palabras. Tomé las llaves del auto y salí sin rumbo, estacioné junto a las rocas de la avenida Perú, el mar rompía con violencia, el agua llegaba hasta la calle y el vapor mojaba a quienes caminaban cerca del mar, también a mí.

 

Caminé sola, mirando el horizonte azul y sintiéndome mejor de algún modo, de pronto me pregunté si todavía podía volar y comencé a elevarme, pisé el suelo y sonreí, sí podía hacerlo, todavía podía hacer otras cosas y pensé en Julián, pensé con tanta vehemencia que de pronto tuve la impresión de que sabía dónde estaba, así que regresé al auto, conduje sin pensar y llegue a mi casa, entré corriendo, cerré las cortinas de mi habitación y abrí la puerta del closet, luego busqué hasta que encontré una puerta que daba a un pequeño agujero donde estaba Julián acurrucado.


“¿Julián?”

“Dime”- respondió con voz ronca y grave

“Soy yo…”


Sus ojos eran de un color verde intenso, sus movimientos eran torpes como el de alguien que está dormido, pero sentía que estaba despierto, lo miré cómo me sonreía y luego volver a cerrar los ojos por un tiempo prolongado. Estiró una mano y la acercó a mi rostro, me besó la mejilla y besó mis ojos, puso sus manos en mis hombros, voló hasta ponerse frente a mí y estar fuera de su escondite.


“Sabía que me encontrarías”

“No puedo creer que estés aquí después de lo que te dije… yo...”

“Tu sentías que dejarme y estar con el médico era lo correcto… por alguna razón para ti realmente era lo correcto, pero algo cambió después de que me fui. Pude sentí tu pena, y desesperación, tu rabia… Te busqué en Santiago, vine a tu casa y no te encontré… Estaba realmente preocupado, por un par de días ni siquiera pude sentir tu aroma, era como si estuvieras durmiendo.”

“Puede que sea porque estuve en casa de mis padres, por las últimas dos semanas y sí dormí los primeros dos días completos.”

“¿Cómo estás ahora?”

“No lo sé.”

“¿Por qué me querías ver?”

“Porque…”


Las palabras estaban atrapadas en mi garganta, me sentía absurdamente avergonzada, tenía la idea de que podría decirle que me perdonara y que no me dejara, pero frente a él, después de estas dos semanas en que lo único que yo quería era verlo, sólo me sentía confundida, como cuando le había dicho que terminaba con él para irme con el médico… Y no podía entender qué rayos estaba alterando mi cabeza de este modo. Así que me acerqué y lo abrace, percibí su aroma, su piel fría y no pude evitar poner mi mano en su pecho, apoyar mi oreja y escuchar su pecho que para mi sorpresa le sonaba un débil latido de corazón y en ese instante, mis defensas se derribaron.


“Julián… Yo te amo.”


Su sonrisa, fue acompañada de un beso que comenzó lentamente y acabó en furia, me desprendió de toda prenda de ropa y por primera vez desde que lo conocí tuve la sensación de que él era frágil, de que me estaba mostrando su lado humano, si es que todavía tenía uno, porque esta unión no fue como las otras en busca de placer, él quería tenerme a mí.


Me quedé dormida en mi cama abrazada a Julián, a ratos podía escuchar su corazón latir y cada vez que lo escuchaba me daba la sensación de que él estaba volviendo a la vida conmigo. Esa tarde se volvió noche, se volvió un día y una semana.

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