Intentarlo con Carlo
La hija de mi hermana era simplemente bella, no habría podido imaginar que una cosita tan pequeña podría ser tan decidora en mi vida, pero así ha sido. Después del hospital y de dejar a los nuevos padres con la sensación de que tendrían que aprender todo de nuevo, porque no había libro que les dijera que hacer, salimos con Carlo rumbo a casa, pero decidí parar en un café para hablar con él en la cafetería de la Clínica Reñaca.
“¿Te quieres quedar en Chile?”- pregunté cuando el mesero se fue con nuestra orden.
“Sí, claro, sería muy interesante poder quedarme, pero necesito trabajar para eso.”
“Bien creo que te puedo ayudar, pero quiero saber, ¿te estás quedando por mi o por qué es lo que quieres?”
Cerró los ojos y luego de un momento solo dijo ‘Por ti’.
No quise mirarlo, la verdad es que no quise ver sus ojos, bajé la cabeza, sentía el dolor intenso en el pecho y tampoco quise admitir que esto era un paso para acercarme. Me levanto la cara tomando mi mentón y luego de un segundo me besó, con calma, con furia contenida y con una mezcla de alegría y júbilo.
Esto no era lo que yo quería, no era lo que yo esperaba, pero lo besé de vuelta, trate de dejarme llevar por su impulso, trate de olvidar y solo actuar, lo juro que traté, quizá por eso no me di cuenta que estaba llorando hasta que él me lo dijo.
“¿Qué estás llorando?”
“No sé qué me pasa Carlo, lo lamento”- respondí avergonzada.
“Vale, no pasa nada.”- respondió secando mis lágrimas y besándome otra vez.
Terminamos el café y regresamos a casa después de subir y ver que mi hermana estaba disfrutando de un momento muy personal con su novio e hija. En el camino no dijimos casi nada, tenía que recordar que estaba tomando una decisión consciente antes de que saliera gritando que esto estaba mal, cuando entré casa se me acercó y volvió a preguntar porque había llorado pero no dije nada, me abrazó y luego me volvió a besar, otra vez lloré, sólo que esta vez el beso se mezcló con mis lágrimas y mi pena se volvió un motor que me trajo ira y fuerza, no me percaté de que estaba sentada sobre él hasta que sentí como su mano recorría mi espalda y paré en seco.
“No…”-murmuré apenas.
“Vale, vale…”
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