Para el tercer trimestre de mi
embarazo, tenía una panza moderada, mis manos y pies habían crecido y no me
caían mis zapatos, excepto las zapatillas de correr, no podía evitar acordarme
del programa ‘Embarazada y Entaconada’ y me preguntaba porque eses mujeres
habían decidido pasar por una tortura innecesaria de llevar tacos con un cambio
del centro de gravedad de sus cuerpos y con el peso inevitable del embarazo,
aun así, trataba de sacarme partido usando ropa que me quedara cómoda.
“No me gusta nada”- le reclamaba a
Viviana.
“Es linda, pruébate esta- me pasa otra
pollera- es de flores y con tu tono pálido te hace ver mejor”
“También lo notaste?”
“¿De qué estamos hablando?”
“Estoy pálida. Cristóbal vino la semana
pasada a la clínica para hacerme ver mis estado porque no puedo viajar, dijo
que tal vez no era nada, pero creo que estaba preocupado, me pidió una lista de
exámenes algunos los conozco otros no los había escuchado nunca.”
“¿Y?... ¿Te hiciste los exámenes?”
“No”
Mi hermana tiene esa maña, dese que fue
madre, de tratarme como a una hija y no medió argumento, me obligo a salir al
laboratorio y hacerme los exámenes, supongo que no necesito explicar que me
sentí como una niñita de cinco años con pataleta, frente al ‘Me vas a hacer
caso, porque Yo lo digo’, de Viviana. Pero como explicarle a mi hermana menos
que tengo miedo de los resultados, por lo que mi ex vampiro, había dicho sobre
el posible término de este embarazo, en mí muerte?… Pasaron unos once días
antes de que ella retomara el tema.
“¿Cuál fue el resultado de los
exámenes?”- pregunto casualmente.
“No lo sé”- respondí distraída.
El resto de la conversación fueron
gritos de parte de mi hermana y monosílabos casi inaudibles de mi parte, total
que terminamos en el auto con la bebé llorando, rumbo al laboratorio. Por
primera vez Viviana llamó a su marido y la pasamos a dejar a la bebé al trabajo
de Pablo, porque sin mediar argumentos o razonamiento, mi hermana opto dejar a
su hija con su marido y este entendió, antes que yo incluso, que Viviana estaba
asustada por mi salud…
De regreso en mi casa, Viviana me
preparo algo de comer y espero a que llegara Carlo, quien apareció a eso de las
cuatro, sus ojos enrojecidos y sus manos sudorosas lo delataban, ya toda la
familia sabía que los exámenes habían salido malos…
Pasé la tarde sentada en el sillón,
levantándome al baño y tomando algo de líquido a ratos, pero no pude tragar
nada realmente, la palabra Leucemia me revolvía las tripas y saber que faltaba
tan poco para que naciera mi hijo me hacía repensar lo que había hablado con
Julián siete meses antes… ‘Qué clase de persona crees que soy?’… ‘Porque tienes
que manipularlo todo?’… ‘Este es tu sueño’… Así que pasé la tarde sentada en el
sillón, con Carlo tratando de compensar lo que su conciencia le reclamaba y con
el teléfono sonando intermitentemente, sin ganas de responder nada a nadie…
Julián toco el timbre de mi casa, por
primera vez en la vida, cuando Carlo le abrió la puerta y lo abrazo, no
necesitaron explicaciones, Julian debió consolarlo mientras yo observaba esta
escena completamente irreal, preguntándome si había sido demasiado dura con él
o al fin él se había vuelto más humano?
Cuando eran las doce Carlo se fue a
dormir a la que fue su pieza y Julián se quedó junto a mí lado en el sillón, no
dijimos mucho, no hubieron momentos incómodos o necesidad de romper el
silencio, recuerdo que me quedé dormida abrazada a él y escuchando su corazón Latir
a un ritmo totalmente distinto.
Desperté y la sensación de que todo
estaba mal empezó a volverse más latente, tenía una puntada en las costillas,
sentía cosquillas en mis manos y me dolía la cabeza. Pero nada de esto me
preparaba para lo que venía entro de unas horas y nada en el mundo me habría
preparado para lo que sentiría cuando todo esto fuera una historia y no mi
presente.
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