La verdad es la misma historia, la misma situación, pero tiene algo que me hace repetirla en mi cabeza, así que la escribo, total qué más da todas las historias ya han sido contadas, sólo cambia el modo de hacerlo y a veces ni siquiera tanto.
Caminaba por la calle, mirando el sol caer por el horizonte, el mar, la bahía desde esa calle se vé más pequeña, mis manos estaban frías, tenía sueño, había sido un día largo y tedioso, sin mucho trabajo y aburrido. Mi jefe está de vacaciones hace una semana y no delegó gran cosa para hacer mientras que no estuviera así que además de mirar la computadora y escuchar música durante gran parte del día, no había hecho casi nada. Vista desde casa
“Acaballa la tarde”, dije sin querer en voz alta, no había nadie a mí alrededor así que nadie me miró raro, ni dijo nada, esta era la frase que usaba mi padre cuando concluía el día y me recordaba las tardes de domingo, antes de regresar al colegio. Los arreboles teñían de rojo los últimos rayos, el mar tenía un color oscuro, las nubes daban una sensación de contraste y yo que estaba cansada no me fije en nada cuando cruce la calle.
Abrí los ojos del otro lado de la calle, hace un segundo estaba allá, ¿Y luego acá?, ¿Qué pasó?
A mi derecha un poste que había detenido mi trayecto, mi pierna derecha azotada contra el poste dolía como si un martillo me hubiera atravesado el hueso y mi mano sobre mi cabeza percibía algo de sangre. Trate de pararme y no pude, miré a todos lados, la calle tan desierta como antes, el motor del auto que me había atropellado ni siquiera se escuchaba a lo lejos. Mis audífonos en el suelo, mi celular más allá con la pantalla trisada, esto no se veía bien. Cerré los ojos, tenía que pensar en algo, pero no se me ocurría nada, grite pero no nadie dio respuesta, trate de coger el celular, pero estaba demasiado lejos, de pronto una mano se apoyó en mi hombro.
Recuerdo que apoyé mis brazos sobre sus hombros y no supe qué decir, un gracias me parecía inútil, pero lo murmure igual mientras que contenía el grito de dolor. Mi ayudante, no tenía teléfono y aunque se veía delgado, tenía fuerza, me ayudó a caminar hasta el paradero de micros, porque como no pasaba nada en ese minuto fue la idea más simple, en la parada si no pasa una micro, pasará un taxi, un colectivo o alguien en un vehículo que me pueda ayudar. Tenía que ir al hospital y verme la pierna, el golpe había dejado un moretón y me corría sangre, me sentía extrañamente liviana apoyada en el desconocido, pero no dije nada, lo más probable es que la sensación sólo fuera efecto de la adrenalina, o algo así.
El desconocido no decía mucho, a ratos me parecía que contenía la respiración o algo así, también me daba la impresión de que me sostenía sin mayor esfuerzo. Para cuando llegamos a la parada, no había nada que indicara fatiga o agotamiento de su parte, aún cuando cargaba con más de la mitad de mí cuerpo, porque aunque la otra pierna no me la había golpeado con el auto, se me había doblado el pie y me dolía muchísimo apoyarme en él.
Cuando me senté en la banca del paradero perdí un poco el sentido, la cabeza me daba vueltas y sentía viento en mi cara, cuando reaccioné estaba sentada en un taxi, el mismo desconocido que me había ayudado a caminar, estaba junto a mí pidiéndole a un taxista nervioso, que se apurara.
Alcance a ver que se pasaba una luz roja y le dije que ya habían sido suficientes atropellos por un día, que por favor fuera con más cuidado. La entrada luminosa del hospital me despertó un poco, una enfermera me preguntaba mi nombre y que había pasado, pero aunque trataba de hablar me sentía desvanecer cada vez más y le tocó al desconocido explicar el accidente.
Desperté cuando un enfermero me repetía que debía ir a raros y que necesitaba mi autorización para quitarme los pantalones, por supuesto que intenten llevar a cabo la tarea, pero entre el grito de dolor y los tirones, el hombre terminó cortándolos y pasándome una de esas batas de hospital que son abiertas por detrás. El enfermero miro mi pierna extrañado, luego pregunto algo a la mujer que estaba a mi derecha y cuando no supieron la respuesta me miraron a mí.
“Tiene algún implante metálico en su pierna?”- dijo a gritos, que les juro escuchaba como susurros.
Yo negué con la cabeza, la mujer que resultó ser la doctora, hizo una serie de preguntas sobre el accidente y finalmente decidió que se haría una ecografía, la imagen… bueno era horrible, tenía un fragmento de metal de cerca de veinte centímetros en mi pierna, nadie se explicaba cómo podría haber ocurrido semejante asunto y la verdad es que tal vez incluso había sido para mejor, porque aunque estaba comprometida una arteria de la pierna, el bloqueo que provocaba el fierro, ayudaba a mantener la situación a raya.
Volví a quedar inconsciente, esta vez no desperté hasta casi tres horas, según me dijo el médico, es normal que cuando uno se siente protegido, después de un accidente y pierde la conciencia, es distinto cuando te mantienes despierta cuando está en un lugar donde no se siente seguro. Tenía la pierna vendada, miré a mí alrededor, tenía la extraña sensación de que me estaban mirando, pero no vi a nadie, pedí a la enfermera que apagara la luz de la habitación y cerré los ojos.
Desperté y tenía una extraña sensación, como si todo hubiera sido un sueño, pero no, estaba en el hospital, estaba con mi pierna vendada y tenía un enorme ramo de flores al frente, la enfermera que estaba dejándolo cerca me leyó la tarjeta.
“Para que te haga compañía, iré a verte esta noche”, le enviaba Julián.
¿Quién era Julián?… No recordaba a nadie con ese nombre, la enfermera me miró y sonrió.
“Son del joven que la trajo anoche”- dijo en tono feliz.
“El joven… Ah! verdad”- pensé cansada y me volví a dormir.
Cuando volví a despertar, pedí mi bolso, saqué mi computadora y comprobé que estaba casi intacta, tenía un par de trizaduras pero el sistema funcionaba bien. Pedí la contraseña del internet y me conecté para enviarle a mi jefe una notificación de mi ausencia, claro que no la leería hasta dentro de dos semanas, pero era lo correcto, copié en el correo a la chica de recursos humanos y luego deje todo de lado, estaba tan cansada que me volvía a dormir.
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