Viviana regresado con mi computadora llena de películas, no sé cómo había logrado bajar en tiempo record más de doscientas películas, además de armar una carpeta de ‘Románticas’, ‘Acción’, ‘Acción y Suspenso’, ‘Suspenso’, ‘Misterio’ y la última carpeta que decía ‘Para inspirar la vida’, pero más adelante me diría o eso esperaba.
Me había traído una serie de vestidos de con mangas sueltas que se podían poner fácilmente y había hablado con la enfermera para que me pudiera probar algunos, tenían que quitarme la vía con el suero mientras me ponía y sacaba vestidos, lo que no era tan malo considerando que el medicamento me lo pasaban sólo por un periodo corto de tiempo y que el suero traía cosas para evitar que me sintiera peor por la quimio. De los vestidos que traía, el ultimo de color celeste me había gustado tanto que me lo quedé puesto, era hasta las rodillas y tenía un bordado simple en el costado, además era cómodo y aunque marcaba mi figura, era suficientemente suelto para estar parada o sentada sin que me incomodara.
Por la tarde llamamos a los papás, mi mamá estaba llorando, no sé si por los trabajos comunitarios o porque, pero su llanto me afectó y entre sollozos me dijo que estarían llegando esa misma tarde. Mi médico, habló conmigo, revisó mis signos y me preguntó algunas cosas personales, que no detallaré, Viviana estuvo todo el tiempo conmigo, su rostro parecía haber envejecido esa mañana, y yo no tenía ganas de preguntarle qué pasaba por su cabeza.
Por la tarde pedí permiso para salir al patio interno de la clínica, es un pequeño jardín con árboles, flores y una explanada pasto, caminé con mi hermana como si no pasara nada, el aire fresco me hizo sentir mejor, las náuseas me hacían vomitar casi todo lo que comía y aunque no me agrada recordarlo, había otros efectos secundarios más.
Cuando llegaron mis papás esa tarde, comprendí que había pasado algo más importante, Viviana les había dicho el real estado de mi diagnóstico y les había exigido que estuvieran conmigo en lo que quedaba de tratamiento. Para poder cumplir, ellos habían tenido que pedir favores por todos lados, mi mamá estaba apenadisima, no podía creer que me hubiera dejado sola una semanas sin siquiera saber que podrían ser las últimas, pero lo cierto era que cuando el médico había hablado conmigo en el hospital, yo estaba sola y luego no repetí todo a mis padres, tal vez porque era más fácil así. Mi papá me miró a los ojos y supe que estaba furioso, triste y enrabiado consigo mismo, esa mezcla de emociones me traspasó cuando me abrazó.
“¿Por qué no nos dijiste nada?”
“Para que les iba a dar más explicaciones, ¿no te bastaba con saber que tenía un tumor en el cerebro?”
“Que no se puede operar, que arriesga tu vida, que el tratamiento es incierto… Hija debiste decirnos eso, no habrías estado nunca sola…”
“Papá, no pude… De verdad, no pude hacerlo.”
Los tres se miraron con la misma idea en la cabeza, y aunque yo quería alegar mi espacio personal, mi vida y mis decisiones, ellos estarían ahora quisiera o no, acompañándome y escuchando de primera fuente mis decisiones. Mamá desapareció un par de minutos buscando a mi médico, papá se le unió mientras que Viviana me llevaba de regreso a mi cama, estaba cansada, pálida y quería dormir.
Cuando desperté tenía una pequeña reunión en torno a mí, el médico me sonrió.
“No me había dicho que tu madre era tan insistente.”
“No lo creí necesario”
“Quieren saber todo…”
“Será mejor que les responda, o no lo van a dejar tranquilo tampoco a usted.”
El médico explicó el caso otra vez, cada detalle de lo que habíamos hablado el día que me interne, cómo eran administradas las dosis de medicamento, los efectos iniciales y secundarios, las posibilidades de éxito, las variantes entre una y otra persona, las cosas que se habían descubierto en el último tiempo, mi caso era tan complicado como extenso y tardó cerca de una hora en contar todo, mis padres y mi hermana preguntaron todo lo que se les ocurrió y todo lo que ni yo habría preguntado.
“¿Las pesadillas que ha tenido pueden ser por el tumor?”- preguntó Viviana.
“Si”
“¿EL tic en el ojo?”- dijo mi mamá.
“Si”
“¿qué tic?”- dije mirándolos raro.
“¿El tic en la mano?”- siguió preguntando mi mamá.
“¿qué tic?”- pregunté esta vez mirando mis manos y viendo que una se doblaba hacia fuera sin sentirlo.
“También”- dijo el Oncólogo.-“Bueno alguna otra consulta pueden llamarme, aquí están mis datos, mi teléfono celular y mi correo electrónico. Espero que la ayuden a descansar, es importante que descanse, y que no tenga sobresaltos.”
“Gracias doctor”- dijo mi papá.
Mi mamá me miró con cara de no entender nada y mi hermana la llevó fuera de la habitación, mi papá me preguntó si quería ver alguna de las películas que había traído en mi computadora y nos pusimos a ver “El Destructor”.
Cuando ambas volvieron, mi hermana se sentó junto a papá y mamá junto a mí, tomando mi mano, sentí una lágrima caer sobre el dorso y miré a mamá, que sonreía triste. La tarde fue graciosa, viendo las películas y riéndonos del malo, por Dios que malo más absurdo. Después de la película debatimos sobre el tema, a veces me costaba hablar, pero ellos me esperaban, armamos argumentos más convincentes para el malo y argumentos más convincentes para el bueno. Al anochecer llegó Julián, que esta vez entró por la puerta. Mis padres se fueron con Viviana a la casa de mi abuela y él se quedó toda la noche conmigo.
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