viernes, 8 de febrero de 2013

Tengo Vida (parte 12)

Cerré los ojos, no quería ver la luz del sol, me dolía un poco la vista, los días en la UCIM acababan esa tarde, ahora estaba en una habitación normal, con una ventana grande y con mucha luz natural, la sensación de calor sobre mi piel me hizo llorar. Viviana que no tenía ni idea de lo que había pasado con Julián hacía unas semanas, me miraba creyendo que mis lágrimas eran de alegría, había pasado la primera semana y las secuelas eran apenas perceptibles.

Mamá llegó una hora más tarde con un jarro y flores, papá traía un gatito de peluche y Viviana se fue a la cafetería a estudiar y hablar por teléfono.

“Hablé hoy con tu jefe, me explicó que tendrás tu puesto de trabajo cuando regreses y pidió que te recuperaras bien, dijo que existe un seguro involucrado en lo de la trombosis y que es posible que cubra el 100% de tus gastos médicos, la chica de recursos humanos estaba llenando los formularios para mandarlos a la aseguradora, dicen también que debes firmar todo lo antes posible, revisa que todo esté en orden.”


Me entregó un papel con letras, pero por más que trataba de leer no lograba entender nada. Miré los números y esos fueron más simples, la vergüenza me impidió hablar y mis papas esperaban que terminara de leer para guardar todo. Mientras que intentaba leer me percaté que mi problema no era con las letras escritas a máquina sino las escritas por la chica de recursos humanos.


“Mamá, ¿Qué dice aquí?” pregunté finalmente.

“Tu nombre cariño.”

“Mamá no entiendo lo que dice… Podrías ayudarme.”


La doctora que venía a hacer su ronda alcanzó a escuchar parte de la conversación y se acercó a la cama, luego miró el papel.


“Está bien, es normal que te cueste leer letra manuscrita, existe un proceso de estrés por el que has atravesado, has pedido tu capacidad de asociación específica, pero se recupera debes practicar eso sí y trata de leer el párrafo o texto las veces que sean necesarias hasta que consigas entender algo… ve lento, nadie espera que vuelva todo a la normalidad de un minuto a otro.”


Tanto mi padre como yo estábamos en silencio, mi mamá se enfrascó en una serie de preguntas sobre las posibilidades de avance y mejoras que la doctora respondía con la misma ideas dicha de diferentes modos, “todo depende de su capacidad de mejora, no hay parámetros de recuperación inmediatos, así como no hay posibilidades de saber si tendrá otra secuela”.


Bien no era tan terrible, demoré cerca de dos horas en descifrar mi nombre, primero imaginando cómo se escribía y luego ubicando las letras sobre las escritas por la chica, claro que en lo que más me demoré fue en idear un modo de descifrar las letras y después en cosa de cinco minutos ya lo tenía resuelto. Mi Rut y el resto de los datos no fueron tan complicados, después de corroborar que todo estuviera bien escrito, firme el papel y por extraño que parezca eso no me costó nada, ni siquiera tuve que pensarlo… 


Al atardecer mis padres me dieron las buenas noches y me dejaron sola, Viviana había buscado en el internet casos parecidos a los míos, no había mucha documentación, pero los casos que encontró fueron interesante, había personas que hasta el día de hoy no recuperaron su capacidad de memoria y otras que en cuestión de semanas habían superado el conflicto, existía un caso que me llamó la atención, porque lo que contaba la persona era que había recuperado su capacidad de entendimiento, pero que si pasaba un periodo de estrés, tenía que partir todo de cero, su caso era tan particular que le había puesto por nombre su apellido.


Viviana aguardo a que anocheciera y la enfermera le pidió que se fuera a eso de las ocho y media de la noche. Julián no llegó. Dormí a saltos, tuve pesadillas y sueños vividos, en algún minuto desperté porque una enfermera me movía diciendo: “Es sólo un sueño, calma, calma”, recuerdo que en ese momento creí verlo por la ventana un segundo, pero después supe que había sido idea mía. La doctora llegó temprano, revisó mis signos y habló conmigo unos minutos, luego me preguntó cuál había sido la pesadilla… la enfermera de la noche había dejado buena cuenta de mis gritos y malos sueños en la bitácora.  

“No lo sé, no los recuerdo”

“Busque tu registro en la UCI y de la UCIM y no registra que tuvieras pesadillas, salvo los días previos a venirte para acá, ¿crees que tiene alguna relación?”


La miré y no supe qué responderle, claro que tenía relación pero no tenía nada que ver con lo que ella pueda imaginar, era Julián, desde que habíamos hablado esa noche no lo había visto más y cuando eso sucedió una suerte de dolor comenzó a rodearme con una sensación de vacío cada vez más intensa de vacío. Pero la doctora creía que era miedo al exterior, a salir del hospital o algo similar.


“Dime una cosa, ¿qué pasó con el muchacho que te venía a ver todas las tardes?”

“Nada, él dejó de venir”

“La enfermera dice que la última vez que lo vio no recuerda haberlo visto salir, ¿sucedió algo ese día con él?”


Guardé silencio, no quería asociar mis pesadillas con él, al menos para él resto de la gente. La doctora trato de hacerme hablar, pero no logro nada. La mañana transcurrió lenta mientras yo trataba de alejar de mí esa idea de que me estaba envolviendo una nube de oscuridad, en algún momento mientras que Viviana me contaba sobre su nuevo profesor, sentí como el frío me invadía el cuerpo. Mi madre entró más callada y papá hablo poco, ambos estaban un tanto más preocupados por mí que el día anterior y no tenía idea porque, finalmente mamá me contó que el médico los había llamado y les había hablado de mis pesadillas y de la posibilidad de que fueran un efecto psicológico secundario del trauma del accidente o del trombo, y que tal vez era por ambas razones, además notaba mi autoestima baja y lo atribuía a que Julián ya no venía a visitarme… 


Quise llorar, habría llorado a gritos de pura rabia, ¿qué se creía el médico venir a contar detalles de su paciente a sus padres? Los mire seriamente y luego de aguardar a que mi enojo disminuyera hablé fuerte y tajantemente con ellos.


“No tengo idea porque tengo pesadillas, no sé qué relación podrán tener con mi accidente o con el trombo, menos porque el médico les dijo algo de esto. Lo único que les puedo asegurar es que no tengo la autoestima baja, me considero una persona afortunada y creo sin lugar a dudas que si Julián ha estado ocupado en lo suyo, no es por algo que dije o hice, él también trabaja.”


Mis padres se quedaron parados frente a mi cama, mi mamá se había apoyado en mi papá y ella había abrazado de lado, no sé qué expresión tenía en el rostro, pero sé que era de rabia y mi madre lo comprendía mejor que nadie, me sentía vulnerada por la poca discreción de mi médico. Antes de irse mi papá dijo una de sus frases: 


“Hija recuerda que has luchado por vivir y que ahora tienes que tener fuerzas para vivir tu vida. Trata de recordar que sueñas, trata de entender que puede estar diciéndote tu subconsciente.”

La noche me pareció más estrellada que otras y quise dormir, cerré los ojos y conté hasta diez. Entre en un lugar bellísimo, de murallas de tono pastel y con bellos espejos y cuadros en las paredes, el suelo brillaba tanto que podía ver mi reflejo en él, llevaba un vestido hermoso, con encajes y muchos adornos, una falda englobada y algo sobre mi cabeza, no podía ver que sería, alguien me llamaba a la entrada del lugar, tomaba mi mano y caminaba con migo hasta un parque, había poca luz y la verdad me sentía intimidada pero no tenía valor para decirle a mi acompañante que quería volver, él me miraba y comenzaba a hablarme cerca del cuello, yo retrocedía pero él me tomaba por la cintura y… desperté con un grito.


“¡Julián! -grite con todos mis pulmones.


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