Parte 5
Las manos fría de Julián me despertaron, él estaba hincado frente a mi
cama, eran cerca de las diez treinta y hacía varios días que no lo había visto.
Parpadee lentamente y lo miré como si mirara a una aparición, sonreía alegre y
sus ojos se veían de un color claro como verdes, no recordaba que tuviera ojos
verdes… lo tenía tan cerca que podría ver sus rasgos y sonreí adormilada
mientras lo saludaba. Se quedó cerca, como si esperara algún comentario,
pero la verdad es que no sabía que decirle.
De repente se quedó inmóvil y escuchamos a mi hermana ir al baño, luego
recupero su movilidad y sonrió. Mi amigo vampiro parecía divertido y no decía
nada, así que me incorporé como pude, esperando que dijera algo, finalmente
sólo dijo “Este es mi color real de ojos, sólo se ven así cuando estoy
satisfecho…”
Un escalofrió me recorrió el cuerpo, “Satisfecho!” dije intentando
ahogar un grito… pero él no se inmuto. Es que es un vampiro bebe sangre y
prácticamente no come ninguna alimento… pero no tenía olor a sangre en la boca…
mientras retrocedía y me miraba con un poco de burla, saco de detrás de sus
manos una fruta.
“Hoy comí cosas orgánicas nada más, hace tiempo que no probaba las
peras, y debo admitir que al segundo bocado ya estaba satisfecho, peor intente
otro más y vi mis ojos cambiar de color, así que vine a mostrártelos, es para
que veas que no soy un chupa sangre como dicen en los libros.”
Me sentí completamente avergonzada, lo cierto es que creía que se había
bebido dos vacas o algo así… pero bueno, tenía la pera mascada en sus manos,
había que darle crédito. “Dónde estabas?”, pregunté intrigada… y me contó que
había ido al norte, paseo con un par de amigos y que había regresado ayer, pero
era de madrugada así que no quiso molestarme, me contó cosas que no
tenía ni idea, como que a él si le gustaba la noche o que los atardeceres nos
les hacían nada, así que si había visto más de un atardecer pero ninguna
amanecer, me pregunté que otras casas serían mito y cuales serían verdad.
Julián rió con mis preguntas y me contó anécdotas bastante simpáticas,
él tenía amigos a los que visitaba cada cierto tiempo, había una especie de
fraternidad y se reunían cada cierto tiempo, recopilaban experiencias respecto
de los nuevos tiempo y se ponían al día, habían varios casados, o algo así y
los que se habían separado o terminado sus relaciones igual asistían porque al
final estas reuniones les permitía saber cómo sobrevivir en este nuevo mundo,
que francamente era cada vez más difícil de burlar.
“Alguno de ellos, es amigo de un mortal?”, pregunté intrigada…
Ninguno y la verdad es que no porque no quisieran, sino porque no creía
en la amistad, se sabía de demasiados casos que había terminado muy mal,
suicidios, intentos de asesinato y casos que terminaban en el psiquiátrico,
nadie creería que era amiga de un vampiro, o amante o había visto y hablado con uno… "Los vampiros no existen
para el mundo real -concluyo tajante- "borrarte la memoria de tantas noches no se puede del todo, y siempre desconfiarías, podrías volverte hasta paranoica, así que no los vampiros no son amigos de lo humanos." En ese minuto me dio una punzada en el estómago, que
pasaría más adelante, seguiría siendo amiga de un vampiro, o dejaría de verlo
del todo.
Julián miro la hora en su reloj, faltaba poco para el amanecer y me
miro con expresión de tristeza, tenía que partir. “A dónde vas cuando
amanece?”, el sonrió y no dijo nada, esa era una de las poca preguntas que
nunca respondería.
La mirada de alegría en los ojos de Julián cuando me vio preocupado por
el amanecer, me llamó la atención, acaso uno no se preocupa porque sus amigos
lleguen bien a la casa… o es que en su época eso no se hacía?... o es que no está
acostumbrado a que uno se preocupe por él?. Fuere lo que fuere, Julián salió de
mi habitación sonriendo y me lanzo un beso, que cayó en mi mejilla y me dio cosquillas…
Cuando Viviana llego a mi habitación una media hora más tarde, no tenía
ganas de explicarle porque estaba despierta o porque tenía la mirada perdida en
la ventana, sólo aguardé que me contara el itinerario del día, después de todo
mi hermana llevaba la apretada agenda de mis actividades diarias y no había
manera de explicarle que a mis treinta años, no me gusta que me dirijan la
vida, mucho menos que me organicen el día.
“Hoy te puedes levantar, procura no caminar mucho, trata de acordarte
que después de un mes en cama los músculos están flojitos y es probable que te
duelan los muslos o la espalda, debes pararte sobre el bastón y tratar de
mantenerte en pie, ya iremos lentamente recuperando el ritmo de trabajo de tus
piernas hasta que puedas moverte por todos lados sola, pero para eso falta…
ahora levantarte…bien bien…”
Si no tuviera tanto sueño, habría estado gritando de alegría.
“Que quieres hacer primero?”
“Ir al baño” dije sin pensar.
La kinesióloga me contó, que casi todo el mundo pedía lo mismo, parece
que uno de los modos de auto cuidado más básico es poder ir al cuarto de baño y
obviamente usarlo. Camine con los bastones y llegué sin problemas, lo
complicado fue sentarme en la taza del baño, primero porque no lograba bajarme
la ropa y tuvo que ayudarme mi hermana, después porque no lograba levantarme,
el movimiento me hiso doler los muslos de tal modo que casi grito. De vuelta
en la cama, estaba agotada, como si hubiera subido treinta pisos a pie, la kinesióloga
pidió que hiciera más ejercicios y luego de dos horas de terapia se fue dejándome
los músculos más relajados pero igual de cansados.
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