Las manos fría de Julián me despertaron, él estaba hincado frente a mi cama, eran cerca de las diez treinta y hacía varios días que no lo había visto. Parpadeé lentamente y lo miré como si mirara a una aparición, sonreía alegre y sus ojos se veían de un color claro como verdes, no recordaba que tuviera ojos verdes… lo tenía tan cerca que podía ver sus rasgos y sonreí adormilada mientras lo saludaba. Se quedó cerca de mí, como si esperara algún comentario, pero la verdad es que no sabía qué decirle.
De repente se quedó inmóvil y escuche a mi hermana ir al baño, luego recuperó su movilidad y sonrió. Mi amigo vampiro parecía divertido y no decía nada, así que me incorporé como pude, esperando que dijera algo, finalmente sólo dijo:
“Este es mi color real de ojos, sólo se ven así cuando estoy satisfecho…”
Un escalofrío me recorrió el cuerpo.
“¡Satisfecho!” dije intentando ahogar un grito…
Pero él no se inmuto. Es que es un vampiro bebe sangre y prácticamente no come ningún alimento… Pero no tenía olor a sangre en la boca… Mientras retrocedía y me miraba con un poco de burla, sacó de detrás de sus manos una fruta.
“Hoy comí cosas orgánicas nada más, hace tiempo que no probaba las peras y debo admitir que al segundo bocado ya estaba satisfecho, pero intente otro más y vi mis ojos cambiar de color, así que vine a mostrártelos, es para que veas que no soy un monstro.”
Me sentí completamente avergonzada, lo cierto es que creía que se había bebido dos vacas o algo así… Pero bueno, tenía la pera mascada en sus manos, había que darle crédito.
“Dónde estabas?”- pregunté intrigada…
Y me contó que había ido al norte, paseo con un par de amigos y que había regresado ayer, pero era de madrugada así que no quiso molestarme, después de contarme cosas que no tenía ni idea como que a él si le gustaba la noche o que los atardeceres nos les hacían nada, así que si había visto más de un atardecer pero ninguna amanecer, me pregunté qué otras casas serían mito y cuáles serían verdad.
Julián río con mis preguntas y me contó anécdotas bastante simpáticas, él tenía amigos a los que visitaba cada cierto tiempo, había una especie de fraternidad y se reunían cada cierto tiempo, recopilaban experiencias respecto de los nuevos tiempo y se ponían al día, habían varios casados, o algo así y los que se habían separado o terminado sus relaciones igual asistían porque al final estas reuniones les permitía saber cómo sobrevivir en este nuevo mundo, que francamente era cada vez más difícil de burlar.
“Alguno de ellos es amigo de un mortal?”- pregunté intrigada…
Ninguno y la verdad es que no porque no quisieran, sino porque no creía en la amistad, se sabía de demasiados casos que había terminado muy mal, suicidios, intentos de asesinato y casos que terminaban en el psiquiátrico, nadie creería que era amiga de un vampiro… O amante… Los vampiros no existen, para el mundo real. En ese minuto me dio una punzada en el estómago, que pasaría más adelante, seguiría siendo amiga de un vampiro o dejaría de verlo del todo.
Julián miró la hora en su reloj, faltaba poco para el amanecer y me miró con expresión de tristeza, tenía que partir.
“¿A dónde vas cuando amanece?”
Él sonrió y no dijo nada, esa era una de las pocas preguntas que nunca respondería.
La mirada de alegría en los ojos de Julián cuando me vio preocupado por el amanecer, me llamó la atención, ¿acaso uno no se preocupa porque sus amigos lleguen bien a la casa?… ¿O es que en su época eso no se hacía?... ¿o es que no está acostumbrado a que uno se preocupe por él?
Fuere lo que fuere, Julián salió de mi habitación sonriendo y me lanzó un beso, que cayó en mi mejilla y me hizo cosquillas… Un momento, nadie había dicho que ellos pudieran lanzar un beso, esto es raro…
Cuando Viviana llego a mi habitación una media hora más tarde, no tenía ganas de explicarle porque estaba despierta o porque tenía la mirada perdida en la ventana, sólo aguardé que me contara el itinerario del día, después de todo mi hermana llevaba la apretada agenda de mis actividades diarias y no había manera de explicarle que a mis treinta años, no me gusta que me dirijan la vida, mucho menos que me organicen el día.
“Hoy te puedes levantar, procura no caminar mucho, trata de acordarte que después de un mes en cama los músculos están flojitos y es probable que te duelan los muslos o la espalda, debes pararte sobre el bastón y tratar de mantenerte en pie, ya iremos lentamente recuperando el ritmo de trabajo de tus piernas hasta que puedas moverte por todos lados sola, pero para eso falta… Ahora levantarte…Bien, bien…”
Si no tuviera tanto sueño, habría estado gritando de alegría.
“¿Qué quieres hacer primero?”
“Ir al baño”- dije sin pensar.
La kinesióloga me contó, que casi todo el mundo pedía lo mismo, parece que uno de los modos de autocuidado más básico es poder ir al baño y obviamente usarlo. Camine con los bastones y llegué sin problemas, lo complicado fue sentarme en la taza del baño, primero porque no lograba bajarme la ropa y tuvo que ayudarme mi hermana, después porque no lograba levantarme, el movimiento mecánico me hizo doler los muslos de tal modo que casi grito. De vuelta en la cama, estaba agotada, como si hubiera subido treinta pisos a pie, la kinesióloga pidió que hiciera más ejercicios y luego de dos horas de terapia se fue dejándome los músculos más relajados pero igual de cansada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario