lunes, 4 de febrero de 2013

Tengo vida (P 2)

Parte 2 


Hospital Carlos Van Buren
Hospital Carlos Van Buren

Desperté con el sonido de mi computadora, había un mensaje en la casilla de entrada, era de la persona chica de recursos humanos diciendo que del hospital le había llegado mi licencia médica y que si necesitaba cualquier cosa, no dudara en llamarla.


Después de un rato revisé mi bolso, en mi billetera sólo faltaba mi cédula de identidad y el pase de la oficina, supuse que habían registrado mis cosas y por eso dieron con mi empresa, o algo así. Por la ventana de la habitación podía ver el sol, la vista desde la ventana del hospital mostraba la ciudad, las casas de colores que parecen colgar de los cerros, pasaban de las 4 de la tarde y aunque no llevaba más de dos horas despierta tenía sueño así que cerré los ojos, pero no logré conciliar el sueño, la enfermera llegó con la cena y me informó que la cena sería liviana porque probablemente durante la tarde vendría el medico a evaluar si era o no recomendable volver a operar…

¿Volver a operar?… ¿Cuándo me operaron?... revisé mi pierna un poco alterada y la enfermera llamó a la doctora, mientras yo trataba de sacar las vendas de mi pierna y revisarla, porque si ingresé ayer… ¿Cuándo me operaron?...

La doctora tomó mis manos y me miró a los ojos: “¿Sabes qué día es hoy?”, yo respondí “Miércoles", luego me miró y dijo: “No, han pasado dos días desde que tuviste tu accidente”. 

Dos días… ¿dos días?… ¡dos días! ¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?... ¿cómo es posible que no recuerde los últimos dos días?...

Luego de un momento, la enfermera salió de mi habitación, la doctora que ahora sabía que se llamaba Nélida, me explico que primero había caído inconsciente, luego me llevaron al quirófano donde vieron cómo remover el trozo de fierro, se toparon con muchos inconvenientes como que el hueso estaba astillado en varios puntos, y que el fragmento contenía una arteria, luego de conectar la arteria y de sacar las astillas habían debido rearmar parte del músculo y para cuando la operación concluyó, por causa de la anestesia y del trauma dormí casi un día entero. 

Aún faltaban detalles, sobre todo estéticos, pero si se llevaban a cabo ahora, era probable que se pudieran cobrar al seguro del trabajo, que cubría la operación por accidente de trayecto, yo salía del trabajo rumbo a casa y me accidenté, así que estaba contemplado y yo no debería desembolsar cerca de dos millones de pesos en operación, estadía y otros. 

Miré al techo, quería escapar de esa sala, sentía mi cabeza dar vueltas y no tenía ganas de escuchar nada más, la doctora no tomó en cuenta mi estado se limitó a mirarme y a decir que tenía suerte, porque estaba acompañada Julián había estado todas las noches junto a mí. 

¿Quién era Julián?… O sea, además de ser la única persona que me prestó ayuda la noche del accidente, ¿Quién era?, ¿Por qué venía todos los días?, ¿Qué esperaba de ayudarme? Nunca me han gustado las cosas demasiado simples, fáciles o los favores demasiado caros, siempre se revierten y nunca sabes cuándo será.

La doctora, me dejó con mis pensamientos, no quise decirle que al tipo que ella consideraba mi mejor amigo o quizá mi pololo, era en realidad un desconocido y tampoco quise saber que tan graves o mal estaban las cosas con mi pierna, si tenían que operarme por algo estético, lo mejor es que lo hicieran y que se solucionara.

El cirujano llegó casi media hora más tarde, sacó las vendas y revisó todo, no quise mirar al principio pero él me preguntó detalles y estos me obligaron a verle la cara, así que inevitablemente miré mi pierna, el tajo era de arriba abajo del muslo, la cicatriz no se podría disimular ni con maquillaje y al parecer había un lóbulo o algo había quedado mal unido. 

El médico hizo más preguntas, que respondí con la mayor claridad y finalmente me dijo algo así como “No te preocupes, haré que esta pierna se vea lo más parecida a la otra posible, y la cicatriz será realmente pequeña”. La verdad es que a mí me daba lo mismo, lo que me impresionaba era ver cómo estaba la pierna, inflamada, un moretón gigante y un corte que parecía más un machetazo, antes que el corte de un médico con bisturí. Pasaría tal vez media hora más y la enfermera me informa que la operación sería esa tarde del día siguiente y que me prepararía primero, mientras que me explicaba lo que sucedería en pre y post operatorio, me ayudaron a lavarme la cara y hacer mis necesidades, aunque debo admitir que no me simpatizo mucho el tema de sentarme en una chata sobre la cama y hacerlas. 

Cuando estaba lista, según la enfermera, llegó Julián. Mirar a los ojos a un desconocido es simple, pero mirar a los ojos a alguien que te ayudó a sobrevivir un accidente, es realmente extraño. Sus ojos mostraban un intenso color verde y su voz una calma que impresionaba. Me miró y pidió permiso para entrar, luego me contó que había visto todo desde el balcón de su casa, que no había alcanzado a la persona que me había atropellado, pero que le hubiera gustado. Se sentó junto a mi cama y habló de cosas triviales, la noticia de mi accidente había salido en los diarios y la prensa estaba interesada en mi versión, la policía buscaba al conductor y dos o tres reporteros lo habían entrevistado desde la primera noche.


“Esto es irreal”-dije en voz alta. 


El me miró sorprendido, luego de explicarle que me parecía completamente irreal el accidente, su aparición y estar en esa cama de hospital no tenía ningún sentido para mí, entendí que estaba siendo grosera, porque Julián no tenía la culpa de mi desconcierto frente a todo lo que ocurría, incluso me pregunté si era normal no cree que lo que vivía era real. 


Trate de contener las lágrimas, pero no pude y en vez de pedir disculpas, él se disculpó conmigo, mirándome a los ojos y acercándose a mi cama, se apoyó en el borde y dijo algo así como: 


“Entiendo, has pasado por un gran trauma y de pronto alguien que no conoces sale en los medios defendiéndote y hablando de ti como si fuera un viejo amigo, es raro… además en unas horas más vas a entrar a otra cirugía y no tienes idea de quién es la persona que tienes al frente… o que va a pasar…”


Quedé muda, no era exactamente lo que pensaba, más se acercaba bastante. Traté de dejar de llorar, pero la verdad es que no pude. Mis lágrimas silenciosas dejaban su pañuelo mojado y sin siquiera exigir que me calmara, se quedó a mi lado en silencio. En algún punto me eché hacia atrás, y pegue un grito porque moví la pierna, la enfermera entró corriendo, Julián se levantó del asiento y una pequeña conmoción acompañó a todos los que me rodeaban que al ver que yo lloraba se desesperaban mirando para todos lados y buscando como calmarme.


Finalmente logré hablar y explicar que estaba bien, pero que tenía pena, la enfermera se tranquilizó, Julián se volvió a sentar en la silla junto a mi cama y todos se relajaron un poco. Mientras las lágrimas caían en silencio, una persona completamente desconocida me tomó una foto. No supe porque no dije nada a nadie, pero al día siguiente esa foto estaría en primera plana, acusando el dolor que vivía la chica accidentada ahora que estaba consciente. 


Pero mejor no adelanto las cosas, después de un largo rato Julián me preguntó si quería comer o tomar algo especial y la enfermera le explicó que no podría darme nada por la operación, el médico apareció unos minutos más tarde y al ver la atmósfera de mi habitación, decidió adelantar el procedimiento.


“¿Estás en ayunas de 4 horas?- la enfermera asintió con la cabeza- Saldrás de todo esto pronto y sólo te quedarán algunos rasguños por sanar, lo prometo”, dijo el médico para darme ánimo.


Salí de la operación cerca de las dos de la mañana, estaba semiconsciente cuando me devolvieron a mi habitación y vi a Julián sentado junto a mi cama. Me pregunté porque nadie había llamado a mi madre o a mi padre, tal vez a mi hermana, pero luego recordé que nadie sabía que podrían hacerlo. La noche fue larga, Julián se quedó despierto junto a mí, le conté de mis padres, de mi hermana, de mi trabajo, de mi vida en general y todo me empezó a parecer más real, más simple, menos doloroso.

A la mañana siguiente una enfermera me preguntó si conocía a mis padres… 

¿Quién hace esa pregunta?… 

En fin, luego de aclararle el tema, los dejaron entrar. 


Mi madre me miró y sólo me abrazó, mi padre me tomó de la mano y se sentó a mi lado. Hablamos por horas, de todo tipo de cosas, ellos habían escuchado la noticia, pero nunca se habrían imaginado que era yo, los detalles de las noticias eran “escabrosos”, según la explicación de mi padre, llevaban el diario y vi la foto del día anterior. No fue mi aspecto, ni mis lágrimas lo que me molesto de verme en primera página, fue que nadie me preguntó si estaba de acuerdo en que se publicará. Papá se encargaría de hablar con la prensa de ahora en adelante, él se encargaría del periódico en cuestión y de hacer los arreglos para mi salida del hospital en dos días más sin prensa.

El día fue bueno, me sentía más segura con mi gente, con mi madre. La enfermera les explicó a mis padres la política de una sola persona por la noche, el sillón que estaba junto a la cama se podía transformar en cama, así que si deseaban, se podría quedar uno allí. Cuando la enfermera nos dejó solos, decidí pedirle a mi madre que se quedara conmigo esa noche. Julián llegó al anochecer y después de ver que todo estaba bien, nos dejó a solas. Fue extraño cuando salió por la puerta, por un lado me alegraba verlo, pero por otro no lo necesitaba allí, así que estaba bien que se fuera, pero algo me decía que ahora sí estaba dolido.


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