Tengo que admitir que estoy mejor, no sé si es por los analgésicos,
o por el simple razonamiento de que todo va para mejor. Luca sale del jardín y
me cuenta su día, yo pedaleo mi bici pensando en que quiero un auto más
adelante y mientras recorro la calle escucho a mi hijo cantar y a alguien le sonríe, porque es agradable su tono de voz.
Llegamos a casa y todo esta hecho un desastre, esta
mañana salí pensando en que no importaba, pero ahora no quiero ordenar, porque
ordenar significa detenerme y no quiero hacerlo.
Preparo la cena, armo mi almuerzo y dejo todo listo,
mientras que Luca no quiere, para variar, terminar de comer, y cuando está todo
listo porque ya se tiene que ir a dormir, me pregunto si me paso de mala madre, quiero que siga despisto distrayéndome, en fin gana la cordura y lo dejo dormir,
estaba cansado…
Me pongo pijama y prendo la monstro tele, es divertida esta
tele, es tan grande… y en eso vuelvo a tener la misma sensación, esto no va a
durar, esta calma y tranquilidad no va a durar, solo espero que no venga una época
de pena, me carga la pena, aunque este año he tenido que convivir con ella…
Miro mi reflejo, me gusto el cambio, me corte el pelo y me
cambie el color, miro la ventana y siento algo extraño….
“Son las 8:40… me volví a quedar dormida, otra vez…. Luca, hijo
despierta, o vamos a llegar tarde… vamos…”
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